¿Quién se atreve a encantar a mi reina encantadora? - Capítulo 1458
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Capítulo 1458:
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Cada segundo que pasaba aumentaba su ansiedad. Era mejor conocer su destino ahora que quedarse en una agonizante incertidumbre. Katelyn apoyó la barbilla en la palma de la mano, sin apartar la mirada de él. Tras un momento, finalmente habló.
«¿Recuerdas a la familia Ruiz?».
Chester se quedó paralizado. ¿La familia Ruiz? El nombre le golpeó como una onda expansiva, devolviéndole a los acontecimientos de hacía dos décadas.
Algo encajó. Volvió a mirarla con los ojos muy abiertos y la voz tensa. «No trabajas para el rey, ¿verdad?».
Katelyn se quedó inmóvil, solo por un segundo. ¿Así que el rey también estaba metido en este lío? Si ese era el caso, entonces esto era mucho más complicado de lo que había pensado inicialmente.
Su expresión cambió, pero solo por un instante. Rápidamente recuperó su compostura habitual y no ofreció más que una sonrisa enigmática. —¿Así que el rey también tuvo algo que ver con el destino de la familia Ruiz? ¿Qué pasó exactamente entonces?
Chester se burló. —¿Y crees que te lo voy a contar?
Se equivocaba si pensaba que la verdad saldría a la luz tan fácilmente. Los acontecimientos de hacía veinte años estaban enterrados en lo más profundo, encerrados bajo capas de secretismo. No había posibilidad de que él revelara esos secretos tan fácilmente. Habían estado ocultos durante demasiado tiempo.
Katelyn no pareció sorprendida en absoluto. Más bien parecía indiferente. —No pasa nada. —Su tono era casual, casi relajado. Eso inquietó a Chester más que nada. ¿De verdad iba a ser tan fácil tratar con ella?
Antes de que pudiera darle más vueltas, Katelyn añadió: —Supongo que tendré que pedirte ayuda, entonces.
En cuanto pronunció las palabras, dos figuras imponentes entraron en el almacén. Cada una llevaba una espada. Y una pequeña parrilla portátil.
A Chester se le revolvió el estómago. ¿Qué estaba planeando?
Entonces, Katelyn habló con voz tranquila, casi demasiado tranquila. —Córtale la carne. Oblígalo a comérsela.
Sus palabras eran escalofriantes, desprovistas de emoción, pero tenían el peso de un demonio dictando sentencia.
El mundo de Chester se tambaleó. Por un momento, su mente se quedó en blanco. Nunca había esperado una crueldad tan despiadada de la mujer que tenía delante. El pánico se apoderó de él y empezó a respirar entre jadeos. Todo su cuerpo se tensó por el horror.
«¡Tú… no puedes hacer esto! ¡Si el rey se entera, te ejecutará!». Su súplica desesperada cayó en saco roto.
El brillo de las espadas le hizo sentir un escalofrío recorriendo su espalda. Se le erizó el vello.
Pero Katelyn se limitó a reír, sin ocultar su diversión. «¿Y qué te hace pensar que el rey perdería su tiempo en salvarte?».
Si Chester hubiera sido útil para el rey, tal vez habría tenido alguna oportunidad. Pero la familia Robles había perdido su valor hacía mucho tiempo. Chester era prescindible. El rey no arriesgaría nada por él.
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