¿Quién se atreve a encantar a mi reina encantadora? - Capítulo 1441
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Capítulo 1441:
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Annie se sorprendió por la amabilidad que Ryanna mostraba hacia Katelyn. Aunque sorprendida, Annie decidió permanecer en silencio, sin atreverse a hacer más comentarios.
Sintiendo que ya había visto la mayor parte de las joyas, Katelyn respondió: «Sí, hagámoslo». Al estar en el palacio, pensó que era mejor experimentar todo lo que este tenía para ofrecer.
Ryanna condujo a Katelyn hacia el jardín trasero. Aunque Annie no le tenía mucho cariño a Katelyn, la siguió de mala gana. Annie no estaba segura de las intenciones de Katelyn. Preocupada por que Katelyn pudiera tener planes en su contra, Annie se sentía cautelosa, sobre todo teniendo en cuenta el comportamiento impredecible de Ryanna en ese momento.
Katelyn caminaba junto a Ryanna por el jardín trasero.
Pero cuando se acercaban a un bosquecillo apartado, un grito inesperado rompió el silencio.
Katelyn se detuvo en seco y miró instintivamente hacia el denso grupo de árboles que tenía delante. Frunció ligeramente el ceño y se volvió hacia Ryanna. —¿Oyes eso? ¿Qué es ese ruido?
Ryanna siguió su mirada y suspiró suavemente. —Es una larga historia. Bastante trágica.
El grito lejano continuó, haciendo que Katelyn sintiera un escalofrío. Una extraña inquietud se apoderó de su pecho, una sensación desconocida y perturbadora.
Annie, que estaba a su lado, hizo un puchero de irritación. Sus ojos brillaron con desdén mientras explicaba con desdén: «Solo es una loca. No vale la pena que te preocupes». Estaba claro que ya había visto a esa persona antes.
Pero para Katelyn, los gritos de dolor eran profundamente inquietantes: crudos, desgarradores e imposibles de ignorar.
Annie, reacia a seguir hablando en presencia de Ryanna, guardó silencio.
Ryanna, sin embargo, ofreció una explicación en voz baja. —He oído que lleva encerrada desde el reinado del antiguo rey. Nadie sabe por qué ni quién es en realidad.
Katelyn frunció el ceño, sintiéndose atraída por la curiosidad. Quería preguntar más, pero Ryanna ya le había contado todo lo que sabía. No le pareció necesario insistir.
Aun así, sus ojos volvieron a posarse en el bosque. Allí persistía una presencia oscura y pesada, opresiva y premonitoria. La sensación la inquietaba, pero se obligó a ignorarla.
Ryanna la empujó suavemente. —Vamos.
Katelyn asintió con la cabeza y la siguió hacia el jardín del palacio.
Aunque el otoño se estaba instalando y el aire se había vuelto fresco, el jardín seguía vibrante, rebosante de flores de colores. La dulce fragancia de las flores se mezclaba con el ocasional canto de los pájaros, creando una escena pintoresca.
Katelyn se acomodó en la glorieta, pero la belleza que la rodeaba no conseguía distraer sus pensamientos. Los inquietantes gritos del bosque aún resonaban en su mente.
Ryanna, al darse cuenta de su distracción, sonrió. —Katelyn, mira estas flores. Todas son importadas de Granville.
Katelyn la miró y bromeó: —Princesa Ryanna, parece que sientes un cariño especial por las cosas de Granville.
Desde que Katelyn había llegado al palacio, Ryanna había mencionado con frecuencia las importaciones de Granville. El halago era evidente.
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