¿Quién se atreve a encantar a mi reina encantadora? - Capítulo 1391
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Capítulo 1391:
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Una voz, alterada por un modulador de voz, dijo: «Sophia, ¿has olvidado mi última advertencia?».
Casi por reflejo, Sophia se estremeció. Un rastro de miedo se apoderó de su rostro, normalmente impasible. Se apresuró a disculparse: «Lo siento, jefe. Esta vez no he sido yo. Ya se lo he advertido a Brendan».
El interlocutor no pareció impresionado por su explicación. Soltó una risa fría antes de responder: «Quiero que me traigas una de sus manos en menos de una hora. Y en cuanto al antídoto, considéralo cancelado durante las próximas dos semanas».
Sophia no pudo evitar estremecerse ante la dureza de la orden. Sin otra opción, accedió a regañadientes, con un hilo de voz: «Entendido».
La llamada terminó abruptamente, dejando a Sophia envuelta en un frío inquietante. Miró a su alrededor con cautela, asegurándose de que nadie la observaba, antes de meterse en el coche. Una vez dentro, sacó un cigarrillo y aspiró profundamente, tratando de calmar sus nervios.
Brendan, qué tonto. Había decidido meterse con la única persona con la que no debía. Zoey seguía sufriendo, apenas conservaba su aspecto original. Su estado era consecuencia directa de haberse involucrado con esa persona mientras actuaba en contra de Katelyn.
De repente, el teléfono de Sophia volvió a sonar. Echó un vistazo al identificador de llamadas antes de responder con indiferencia.
En cuanto se conectó la llamada, una voz gritó con urgencia: «¡Jefa, hay un problema!».
El rostro de Sophia se ensombreció inmediatamente y preguntó con brusquedad: «¿Qué pasa?».
La voz al otro lado del teléfono sonaba cada vez más preocupada. «Zoey ha contraído una enfermedad venérea y ahora se está contagiando a quienes han tenido relaciones sexuales con ella».
La expresión de Sophia se volvió más preocupada. Había previsto este problema, pero no esperaba que surgiera tan rápido. Si no controlaban la situación, causaría un daño significativo a su propia gente.
Con tono serio, dio instrucciones: «Entendido. Confinadlos en la celda negra del laboratorio por el momento».
«¡Entendido!», fue la respuesta.
Después de terminar la llamada, Sophia se puso rápidamente en contacto con su jefe.
Pasaron dos horas.
En una celda tenuemente iluminada, Zoey yacía débilmente en el suelo, con la piel ardiendo por un picor insoportable. Al intentar rascarse, sus uñas se clavaban en la carne, dejando marcas en carne viva. El intenso picor se mezclaba con el dolor de la piel en carne viva. Impotente, yacía en el suelo, con lágrimas corriendo por sus mejillas. Había llorado tanto últimamente que su vista se estaba nublando.
Zoey nunca había imaginado que soportaría condiciones tan duras y despiadadas. Una ola de miseria aplastante la invadió, dejándola con una sensación de abandono total.
Nadie vendría a salvarla. Ni sus padres. Y mucho menos Katelyn. Si Katelyn pudiera verla ahora, tal vez incluso se regocijaría con su miseria.
Los dedos de Zoey temblaban mientras intentaba levantarse, pero volvió a caer impotente.
En ese momento, la puerta de su celda se abrió lentamente con un chirrido. Zoey levantó la vista y vio a Sophia de pie en la entrada.
Al ver a Sophia, el miedo inundó sus ojos y suplicó con voz temblorosa: «Por favor, déjame ir». Su voz, ronca por las horas de gritos, resonó como un gong roto, aguda y dolorosa de oír.
Sophia la miró con frialdad y permaneció en silencio. Se volvió hacia sus secuaces y les ordenó: «¡Lleváosla!».
Zoey se dio cuenta de que le esperaba otra sesión de tortura brutal. Pero ya no le quedaban fuerzas para defenderse.
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