¿Quién se atreve a encantar a mi reina encantadora? - Capítulo 1345
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Capítulo 1345:
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Con un giro lento y deliberado de la cabeza, la fría mirada de Katelyn atravesó al grupo que charlaba, silenciándolo en un instante. Sin inmutarse por los susurros, se recordó a sí misma por qué estaba allí. Desentrañar los secretos de la familia Ruiz era su única prioridad esa noche, no entretenerse con chismes triviales.
Aun así, las voces volvieron a surgir, cada vez más atrevidas.
—Mírala, fingiendo ser intocable. ¿Quién se cree que es?
—Típico. Actuar es importante cuando todo el mundo sabe que no es nadie.
—Mejor mantenerse alejado. No es más que un problema en potencia.
Los comentarios sarcásticos llegaron a los oídos de Ryanna y Annie. Mientras que el rostro de Ryanna no revelaba ninguna emoción, los labios de Annie se curvaron en una sonrisa burlona y maliciosa.
«Qué tonta. Si Katelyn se respetara un poco, no se habría atrevido a aparecer por aquí». La desesperación parecía aferrarse a ella como una sombra, y su presencia era ahora objeto de burlas. A pesar de saber perfectamente lo que le esperaba allí, había decidido enfrentarse al ridículo sin pestañear. «Qué zorra insensible».
Fiona, que había orquestado todo esto con precisión, sintió que la tensión que había sentido antes se desvanecía ahora que su plan había tenido éxito. Su satisfacción la dejó inusualmente tranquila.
Inclinándose hacia Ryanna, Annie murmuró: «Ryanna, creo que voy a hablar con la señorita Bailey».
Una sonrisa cortés y distante se dibujó en los labios de Ryanna mientras saludaba a Katelyn con un leve movimiento de cabeza.
—Como quieras —respondió Ryanna con un gesto casual de la mano.
Annie cogió con elegancia un cóctel de una bandeja que pasaba y comenzó a acercarse, con pasos decididos y serenos.
Mientras tanto, Katelyn se recostó en un sofá cercano, con una postura relajada, y trazó ligeramente el borde de su copa con los dedos mientras bebía con aire indiferente. A su alrededor, los susurros persistían, pero ella no les prestó atención.
Deteniéndose a unos metros de distancia, Annie le dedicó una radiante sonrisa.
—Señorita Bailey, cuánto tiempo sin vernos —dijo, acomodándose con elegancia en el asiento frente a Katelyn.
Cada gesto de Annie parecía calculado para proyectar superioridad, como si la propia sala gravitaran hacia su presencia.
Sin embargo, Katelyn no se inmutó. Su mera quietud tenía un peso que eclipsaba sin esfuerzo la pulida actuación de Annie.
Con una leve sonrisa en los labios, Katelyn finalmente habló.
—¿Demasiado tiempo? ¿No nos cruzamos hace solo unos días durante la competición? ¿O tal vez ha estado muy ocupada, condesa Annie, consumida por pensamientos sobre mí, en los que cada día que pasamos separadas se hace eterno?
Su intercambio estuvo cargado de tensión tácita, y cualquier pretensión de cortesía se desvaneció rápidamente bajo el trasfondo de rivalidad. Las grietas en su relación eran imposibles de ignorar, haciendo que incluso la idea de una cortesía forzada pareciera una broma de mal gusto.
Los movimientos de Annie vacilaron por una fracción de segundo, y su expresión se endureció cuando sus ojos se encontraron con los de Katelyn.
Sus dedos se cerraron con fuerza alrededor del tallo de su copa, y su voz rezumaba desdén.
—¿Consumida por pensamientos sobre ti? No te hagas ilusiones. Quizás deberías tomarte un momento para afrontar la realidad y ver lo insignificante que eres en realidad.
Katelyn, imperturbable, arqueó una ceja y dio otro sorbo mesurado a su bebida. Una risa suave y divertida escapó de sus labios.
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