¿Quién se atreve a encantar a mi reina encantadora? - Capítulo 1329
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Capítulo 1329:
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El corazón de Brendan dio un vuelco y se apartó instintivamente, moviendo el cuerpo antes de que su cerebro pudiera comprender el peligro.
La lámpara se hizo añicos y se estrelló contra el suelo en una estruendosa cacofonía de cristal y metal. Los pedazos se esparcieron por el suelo y Brendan pudo sentir el frío peso del destino pendiendo de un hilo.
Si hubiera tardado un segundo más…
Brendan se presionó la frente con una mano temblorosa, respirando con dificultad.
«¿Quién demonios es ella?», susurró, con voz apenas audible.
Los ojos fríos y calculadores de Sophia brillaron en la memoria de Brendan. No solo era peligrosa, era aterradora.
Sophia podría haber matado a Katelyn en un instante, pero en lugar de eso, le había obligado a él a hacer el trabajo sucio, y su fría manipulación dejó un sabor amargo en la boca de Brendan.
A la mañana siguiente, en el lujoso ático de un hotel de cinco estrellas, Ryanna descansaba en el balcón con una copa de vino tinto en la mano. Bebía lentamente, con la mirada fija en el horizonte, donde las nubes, suaves y esponjosas como algodón de azúcar, flotaban serenamente.
Los hombros de Ryanna estaban cubiertos por un abrigo blanco de plumas de avestruz, que acentuaba su majestuosa elegancia. Cuando sopló la brisa, se apartó un mechón de pelo detrás de la oreja, dejando al descubierto unos pendientes de diamantes que brillaban como fragmentos de un cielo azul claro. Sus movimientos irradiaban una elegancia intocable, reservada a la realeza o a aquellos que habían nacido para dominarla.
Cuando Annie salió al balcón, su mirada se posó inmediatamente en Ryanna. Por un breve instante, la envidia brilló en sus ojos. Ese porte, esa belleza natural… Si Ryanna no hubiera nacido princesa, ¿seguiría teniendo todo eso?
Pero Annie rápidamente ahogó ese pensamiento y esbozó una sonrisa cortés al acercarse.
—Ryanna —dijo Annie con suavidad, con un tono de preocupación en la voz—. ¿No hace demasiado frío para estar aquí sentadas? Vas a coger un resfriado.
El aire traía consigo el frescor del comienzo del otoño, la estación que empezaba a dejar su huella en Yata.
Ryanna bajó la copa de vino y volvió su mirada tranquila, casi etérea, hacia Annie. Una suave sonrisa se dibujó en sus labios.
—Estoy bien —respondió con voz suave y serena—. Pero ¿todo va bien? ¿Hay algún motivo por el que me has llamado?
Annie se tensó por un momento, disgustada por la serenidad que siempre parecía mostrar Ryanna. Era como si nada pudiera perturbarla. Pero mantuvo la sonrisa.
—No he sido yo quien te ha pedido que vinieras —dijo, con tono ligero pero ligeramente cortante—. Ha sido Fiona.
Sabiendo que le había fallado a Ryanna, Fiona había intentado desesperadamente arreglar las cosas organizando una reunión. Pero Ryanna se había negado repetidamente, siempre con la excusa de que estaba muy ocupada.
Frustrada, Fiona había acabado por recurrir a Annie para que organizara esta reunión.
Ryanna frunció ligeramente el ceño. Su voz era firme, teñida de indiferencia.
—No lo ha intentado lo suficiente. Lo que haya pasado es culpa suya. Verla no va a cambiar nada.
Ryanna se ajustó el cuello de su elegante abrigo y dirigió la mirada hacia el horizonte. El amanecer era impresionante, derramando una luz dorada sobre las nubes y pintando el cielo de brillantes tonalidades.
Era el tipo de vista que solo el ático más exclusivo de Yata podía ofrecer, un espectáculo que parecía casi de otro mundo.
Annie esbozó una brillante sonrisa, con un tono de diversión en la voz. —Aun así, deberíamos reunirnos con ella. Ha sido… muy generosa conmigo.
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