¿Quién se atreve a encantar a mi reina encantadora? - Capítulo 1328
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Capítulo 1328:
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Brendan debía su posición actual al respaldo de Yata. Sin ese apoyo, el fin de su alianza significaría la ira del rey, y los negocios de la familia Adams se derrumbarían bajo la presión.
Sophia se dio cuenta de las intenciones de Brendan, pero para ella esas preocupaciones eran irrelevantes. Su único objetivo era la desaparición de Katelyn.
—¿Intentabas hacer algo con ella hoy? ¿De verdad crees que tu plan va a funcionar? —La voz de Sophia rezumaba desprecio.
Las palabras de Sophia heló la sangre de Brendan. Estaba atónito, tomado por sorpresa.
¿Cómo podía saber tanto? ¿Cuál era su verdadero papel en todo esto? ¿Quién era ella exactamente?
Ahora, más que nunca, Brendan se sentía intrigado por la identidad oculta de Sophia. Nunca había esperado encontrar a una mujer tan cautivadora y, al mismo tiempo, tan vengativa con Katelyn.
Brendan mantuvo la calma. Se tomó un momento antes de volverse hacia Sophia y preguntarle: «¿Cuál es tu plan?».
Dado que ella no parecía impresionada por su enfoque, era justo que ella propusiera el suyo. Sus intenciones eran claras: quería conseguirlo todo con el mínimo esfuerzo.
Sophia vio a través de Brendan. Una sonrisa fría y cómplice se dibujó en sus labios. Si iba a involucrarlo en esto, no había forma de que lo dejara salir impune sin contribuir.
Con un gesto sutil, Sophia le indicó a Brendan que se acercara. Brendan dudó, con una mirada sospechosa, pero se inclinó de todos modos.
En voz baja, Sophia le susurró algo al oído.
Los ojos de Brendan brillaron con repentina claridad y una emoción se extendió por su rostro. Golpeó su pierna con la mano y exclamó: «¡Perfecto! ¡Hagámoslo!».
Sophia metió la mano en la chaqueta, sacó un objeto y se lo entregó a Brendan con mirada severa. —Guarda esto. Más te vale que no me falles. Si no…
Su voz se apagó al presionar ligeramente la daga contra su pecho, en señal de advertencia.
Brendan, momentáneamente aturdido, agarró delicadamente la hoja de la daga, alejándola con cuidado de su pecho. Intentó esbozar una sonrisa, pero esta se desvaneció bajo el peso de la mirada de ella. —No hay necesidad de amenazas, seguro, no viniendo de alguien tan encantadora como tú.
En su interior, Brendan sabía que no debía poner a prueba su paciencia. Sabía que ella le quitaría la vida sin dudarlo si fallaba.
Tras lanzarle una última mirada gélida, Sophia se levantó y se dirigió hacia la puerta.
Brendan, aún luchando contra la tensión, la llamó: «Espera, ¿cómo debo llamarte?».
Sophia se detuvo en seco y su expresión se endureció. Se volvió bruscamente, con los ojos brillantes de ira. «No necesitas saber mi nombre. Olvida que me has visto. Si no lo haces, lo lamentarás».
Con esas palabras, se dio la vuelta y se marchó, dejando el espacio envuelto en un silencio gélido.
El rostro de Brendan se nubló de ira mientras veía alejarse a Sophia.
Extendió la mano y la dejó caer sobre la mesa con un golpe seco y resonante.
—Maldita sea su arrogancia —espetó Brendan, con la voz cargada de desdén—. ¿Acaso cree que puede intimidarme así?
Brendan estaba decidido: una vez que se resolviera esta situación, se aseguraría de que Sophia se arrepintiera de haberlo tratado con tanto desdén. Nadie se atrevía a desafiarlo así y salirse con la suya.
Pero antes de que Brendan pudiera dar rienda suelta a su ira, ocurrió algo inesperado.
Un destello plateado atravesó el aire y la daga que Sophia tenía en la mano momentos antes se clavó en la lámpara de cristal que colgaba sobre la cabeza de Brendan.
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