¿Quién se atreve a encantar a mi reina encantadora? - Capítulo 1324
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Capítulo 1324:
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La expresión de Vincent se endureció y entrecerró los ojos con frialdad. —Me han tendido una trampa —respondió con voz baja y aguda—. Alguien dijo que había un intruso en nuestra habitación del hotel.
Si no hubiera sido por esa deliberada distracción, nunca habría dejado a Katelyn sola en una situación tan vulnerable.
Había creído que mantener a Katelyn fuera de peligro dejándola atrás reduciría el riesgo. Sin embargo, nadie podía haber previsto la audacia de sus enemigos, que no dudaron en sembrar el caos en un restaurante lleno de gente inocente. Su imprudencia desafiaba la lógica, era un desprecio flagrante por la vida humana.
La expresión de Katelyn se volvió más fría. La pregunta la atormentaba: ¿quién había orquestado este audaz ataque? Al menos por ahora, parecía poco probable que Sophia tuviera algo que ver.
Después del caos, la idea de buscar otro restaurante no les atraía a ninguno de los dos. Vincent se apresuró a pedir que les llevaran comida a la habitación del hotel.
Mientras tanto, su equipo rastreaba la ciudad sin descanso, siguiendo todas las pistas para localizar a los autores.
Pasaron tres horas.
En una choza destartalada enclavada en los barrios bajos, Brendan descansaba en un sofá desgastado, su porte elegante en contraste con el entorno sórdido. Una copa de cristal con vino tinto descansaba ligeramente en su mano.
Tomó un sorbo mesurado y fijó la mirada en el hombre que tenía delante. Sus labios esbozaron una sonrisa divertida mientras preguntaba: «¿Así que has fracasado?».
El hombre bajó la cabeza, con la voz temblorosa por el arrepentimiento. —Lo siento mucho.
La sonrisa de Brendan no se alteró, y su tono era engañosamente tranquilo. —Supongo que es comprensible. Katelyn no es precisamente una presa fácil.
Un destello de alivio cruzó el rostro del hombre, como si las palabras de Brendan le hubieran ofrecido un respiro.
Pero
Ese momento de consuelo se hizo añicos con las siguientes palabras de Brendan. —¿Aún así, no has podido con una sola mujer? —Su tono se endureció y su sonrisa se desvaneció—. Quizás ya no hay lugar para ti en este mundo.
El miedo se dibujó en el rostro del hombre, que levantó bruscamente la cabeza para mirar a Brendan. Su voz temblaba. —Sr. Adams, sé que la he fastidiado. ¡Por favor, perdóneme! Lo conseguiré la próxima vez, lo juro.
Una sonrisa serena se dibujó en el rostro de Brendan, sin mostrar rastro alguno de ira o impaciencia.
Pero esa calma aparente se hizo añicos en un instante. Sin previo aviso, estrelló el frágil vaso contra la frente del hombre, y los afilados fragmentos se esparcieron al romperse.
Con una escalofriante falta de vacilación, Brendan agarró los restos irregulares y los clavó en la cara del hombre con brutal fuerza.
«¡Ahhhh!». El grito de angustia del hombre resonó en la habitación, pero solo sirvió para profundizar la siniestra sonrisa de Brendan.
La voz de Brendan era firme mientras daba sus órdenes. «Haz buen uso de sus órganos. Véndelos en el mercado negro. Incluso una vida inútil debe servir para algo».
Su tono era distante, casi casual, como si estuviera hablando de deshacerse de muebles viejos, pero el tema era la existencia de un hombre.
Abrumado por el dolor, el hombre cayó de rodillas, suplicando desesperadamente. «¡Por favor, señor Adams! No volveré a fallar. Solo déme otra oportunidad. ¡No quiero morir!».
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