¿Quién se atreve a encantar a mi reina encantadora? - Capítulo 1317
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Capítulo 1317:
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Katelyn se quedó sin palabras ante su franca confesión. Por un momento, se sintió incapaz de mirarle a los ojos. ¿Cómo podía hablar con tanta audacia, sin una pizca de vergüenza?
Al darse cuenta de la incomodidad de Katelyn, Vincent suavizó su tono. «Termina de comer. Después quiero llevarte a un sitio».
Curiosa, Katelyn preguntó: «¿Adónde?».
Pero Vincent permaneció en silencio, sin dar más explicaciones.
La curiosidad de Katelyn se despertó y todos los deseos que había sentido antes se desvanecieron. Dio unos cuantos bocados más y terminó de comer sin pensar en nada más.
Miró a Vincent y dijo: «Ya terminé. Vamos».
Eran casi las tres de la madrugada. Ella no sabía adónde iban.
Vincent observó la vestimenta de Katelyn y le sugirió con delicadeza: «Quizá quieras cambiarte. Habrá gente».
Katelyn miró la bata que llevaba puesta y se dio cuenta de que no era adecuada para salir a la calle. Estaba tan nerviosa antes que se había olvidado por completo.
Katelyn aceptó y se dirigió al vestidor. En cuestión de minutos, se había cambiado y salió. Juntos, caminaron hacia el garaje.
Veinte minutos más tarde, Vincent aparcó el coche en un prado apartado. Rodeada de vastos campos, Katelyn miró a su alrededor, perpleja. «¿Esto es todo? ¿Qué hay aquí para ver?».
Vincent, tomando la mano de Katelyn, le susurró: «Hay algo. Ven».
Delante de ellos se alzaba una pequeña colina, cuya superficie estaba cubierta de hierba. Sin embargo, desde donde estaban, no podían ver lo que había en la cima. Impulsada por la curiosidad, Katelyn subió la colina. Al llegar a la cima, se quedó sin aliento, con una expresión de asombro absoluto.
Los ojos de Katelyn se posaron en un vasto campo de rosas rosadas, cuyos delicados pétalos se esparcían por la hierba verde. Justo en el centro de aquel vibrante espectáculo se alzaba una impresionante pared en forma de corazón, construida con rosas y globos.
Telas flotantes, ligeras como susurros, bailaban con la suave brisa, creando un ambiente de ensueño que transformaba la escena en un reino de cuento de hadas. Aunque hipnotizada, Katelyn miró a Vincent con un toque de confusión. «¿Alguien va a pedir matrimonio aquí?».
No había nadie más a la vista. No tenía el aire tradicional de un escenario para una propuesta de matrimonio.
Con la mirada fija, Vincent tomó la mano de Katelyn y la condujo hacia el centro del espacio lleno de rosas. Entonces, justo cuando la guiaba hacia delante, una suave brisa comenzó a soplar. Los pétalos bailaban, girando en el aire, realzando el encanto del momento.
Con profunda sinceridad en los ojos, Vincent habló con voz firme pero llena de emoción. —Katelyn, cuanto más tiempo paso contigo, más me doy cuenta de lo mucho que me gustas. ¿Quieres ser mi novia?
En ese momento, Katelyn se quedó paralizada, completamente abrumada. Una pizca de incredulidad brilló en sus ojos.
¿Podía ser realmente un gesto romántico que Vincent había preparado solo para ella? Este hombre, normalmente tan distante y sereno, revelaba ahora un lado de sí mismo que Katelyn nunca había esperado, un lado lleno de emoción genuina.
Era muy extraño que Vincent hiciera algo así. Sin embargo, ahí estaba, haciendo precisamente eso.
En ese momento, Katelyn sintió una calidez, una sensación de ser profundamente querida.
La mirada de Vincent permaneció fija en Katelyn, sin ejercer ninguna presión, simplemente esperando en silencio su respuesta.
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