¿Quién se atreve a encantar a mi reina encantadora? - Capítulo 1315
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Capítulo 1315:
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En medio de un sueño, un sonido la sacó de su letargo, haciéndola moverse y mirar hacia la puerta. El sonido distintivo de una tarjeta al pasar por un lector atravesó la tranquila noche. Resonó con fuerza en el silencio, haciendo que la quietud se sintiera aún más profunda.
En un instante, todo rastro de sueño desapareció de Katelyn, que se sentó rápidamente y se movió con cautela hacia la puerta. Entonces, alguien apareció.
Cuando Vincent entró en la habitación, Katelyn detuvo sus movimientos. Con un suspiro de alivio, se recostó en el sofá, con la voz teñida de cansancio. —Temía que fuera otra persona.
Demasiada gente quería hacerle daño. Tenía que tener cuidado.
Al principio, Vincent tenía una expresión severa, pero al ver a Katelyn se suavizó. Se acercó con la comida en la mano y dijo en voz baja: —¿Te has despertado con hambre? ¿Quieres algo de comer?
Se había saltado la cena y ya era bien entrada la noche. Anticipándose a su despertar tardío, Vincent había comprado comida y se la había traído directamente. Katelyn echó un vistazo a lo que le ofrecía y dijo con delicadeza: «No tengo mucha hambre. Creo que me quedaré aquí sentada un rato». Quizás por haberse levantado hacía poco, se sentía algo débil. Una vez sentada, le costaba levantarse del sofá.
Vincent se sentó junto a Katelyn, con evidente preocupación en la mirada. —¿Te encuentras mal?
Katelyn se apoyó la cabeza con la mano, miró a Vincent y respondió: —Solo estoy un poco cansada. Un poco de descanso me sentará bien.
Vincent no respondió con palabras, sino acercando a Katelyn hacia él. El cuerpo de ella se tensó momentáneamente. Esa intimidad física aún era nueva para ella. Vincent, sin embargo, no pareció darle mucha importancia. En cambio, le puso la mano en el hombro y empezó a masajearlo.
La presión inesperada sorprendió a Katelyn. Su técnica superó sus expectativas. El cansancio que sentía se desvaneció rápidamente, sustituido por una reconfortante sensación de bienestar que se extendió por todo su cuerpo, permitiéndole relajarse poco a poco.
Con los ojos cerrados, Katelyn saboreó el momento y murmuró: «Sr. Adams, es una pena que no sea masajista profesional».
Vincent detuvo sus movimientos y arqueó las cejas. —¿Crees que haría esto por cualquiera?
Katelyn era, sin duda, la primera y única.
Sin darse cuenta, un rubor se extendió por las mejillas de Katelyn y su corazón se aceleró como si sus palabras hubieran llegado a lo más profundo de su ser.
Al observar sus mejillas sonrosadas, Vincent sintió el impulso de acercarse, como para saborear su rubor.
Cada vez más inquieta, Katelyn, con los ojos aún cerrados, recordó su beso anterior. Con la esperanza de distraerse, abrió los ojos.
Pero, al hacerlo, la intensa mirada de Vincent se encontró con la suya.
En ese momento, Katelyn se sintió como si estuviera a la deriva en un océano infinito y estrellado, atraída por sus fascinantes profundidades. Intentó apartar la mirada, pero fue incapaz de hacerlo.
Reprimiendo las emociones que la invadían, susurró: «Tengo hambre. Quizá debería comer algo».
Al intentar levantarse, sintió la mano firme de Vincent en su hombro y oyó su voz ronca. «No te muevas».
Una sensación de peligro la invadió. Intentó ponerse de pie, pero los labios de Vincent ya estaban sobre los suyos mientras le susurraba: «Déjame besarte, Katelyn».
Su pulso se aceleró y la sangre le subió a la cabeza. ¡Qué audacia! ¿Quién dice algo así mientras besa a alguien? ¿Cómo se suponía que debía responder? ¿Debía decir: «Está bien, adelante»?
Solo pensarlo la mareaba.
Katelyn extendió las manos y las posó sobre el pecho de él, con las mejillas ya enrojecidas por el calor. Miró a Vincent y dijo con voz temblorosa: «No puedes hacer eso».
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