¿Quién se atreve a encantar a mi reina encantadora? - Capítulo 1235
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Capítulo 1235:
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Sentía como si unas fuerzas se estuvieran alineando para atraerla hacia allí. Todo apuntaba hacia Yata, lo que sugería que este viaje podría ser más complejo de lo previsto.
Katelyn se guardó sus pensamientos para sí misma y se limitó a esbozar una modesta sonrisa y decir: «Todos tienen las mismas oportunidades; va a ser una competición difícil».
Ashlyn notó la modestia de Katelyn y se rió entre dientes.
«¿Es habitual que las personas con talento resten importancia a sus habilidades de esta manera?». Esto también hizo reír a Katelyn.
Con curiosidad, Ashlyn preguntó: «¿Cuándo piensas ir? ¿Quizás podríamos viajar juntas?».
Eso significaría que ninguna de las dos tendría que viajar sola.
Katelyn se detuvo a pensar y respondió: «Aún no lo he decidido. Primero tengo que terminar algunos trabajos aquí».
Aunque la mayoría de sus tareas inmediatas estaban bajo control, lo que más le preocupaba era la situación de Vincent. Aún no había hablado de ello con Alfy. Desde la llegada de Alfy de Yata, ella y Jaxen se habían dedicado a disfrutar de la buena mesa y diversas actividades de ocio.
Ashlyn asintió con comprensión.
—De acuerdo, esperaré a que lo solucione todo.
Katelyn no puso ninguna objeción.
—De acuerdo.
Tras la breve conversación, Ashlyn regresó al hotel.
Katelyn estaba a punto de salir del trabajo cuando Vincent la llamó. Algo sorprendida, respondió: —¿Señor Adams?
La voz de Vincent era firme.
—Baja. Te espero en el aparcamiento.
Katelyn se quedó desconcertada. ¿Había venido a recogerla personalmente?
No pudo reprimir una leve sonrisa.
—De acuerdo.
Colgó, cogió su bolso y salió.
En el aparcamiento, vio el coche de Vincent aparcado no muy lejos. Se acercó, abrió la puerta del copiloto y se subió.
Curiosa, preguntó: —Sr. Adams, ¿qué le trae por aquí hoy? ¿Ha terminado su trabajo?
Vincent esperó a que Katelyn se abrochara el cinturón de seguridad antes de arrancar el coche y responder: «Sí, estoy listo para salir en cualquier momento».
Katelyn se sorprendió. Sabía la gran cantidad de trabajo que tenía el Grupo Adams. ¿De verdad había podido terminarlo todo en solo unos días?
Decidió no indagar más y se limitó a responder: «De acuerdo, quedamos para pasado mañana. Se lo diré a Alfy esta noche».
Sin esperar a que Vincent respondiera, continuó: «Hoy he recibido una invitación de la familia real de Yata para participar en su concurso exclusivo de diseño de joyas. Ashlyn también ha sido invitada».
Vincent se detuvo un momento y su expresión se volvió seria.
«Esto es más complicado de lo que parece».
Con una sonrisa, Katelyn se volvió hacia Vincent y respondió: «Parece que pensamos lo mismo. El diseñador de joyas exclusivo de la realeza de Yata no ha sido sustituido en décadas, y nunca se han planteado contratar a extranjeros para ese trabajo. Pero ahora, por primera vez, rompen sus reglas».
La tradición era clara: las joyas reales debían reflejar el espíritu y el patrimonio de la nación. Por lo general, la idea de nombrar a un diseñador extranjero era impensable.
Sin embargo, esta ocasión era diferente. Habían echado una amplia red e invitado a talentos de todo el mundo. La razón detrás de tal movimiento era profundamente fascinante.
Aunque Vincent no era un experto en diseño, era experto en navegar por la intrincada red de las dinámicas familiares de la élite, especialmente dentro de las clases reales. Había un significado más profundo detrás de este cambio, aunque Vincent aún estaba intentando descifrarlo.
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