¿Quién se atreve a encantar a mi reina encantadora? - Capítulo 1224
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Capítulo 1224:
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El coche de Vincent estaba reforzado, pero ni siquiera el cristal más resistente pudo escapar al ataque. Las balas solo dejaron pequeños arañazos, pero la intención era clara.
Tanto Vincent como Katelyn sabían que el juego había cambiado.
Vincent pulsó rápidamente el botón para desinflar los airbags, lo que les dio un poco de espacio para respirar.
—Mantén la calma —dijo en voz baja—.
Por ahora no pueden alcanzarnos.
El disparo anterior en el parque pantanoso había sido una finta. Esta era la verdadera trampa, la emboscada que les esperaba.
La carretera se extendía ante ellos, vacía y desolada. Era el lugar perfecto para un ataque: no había otros coches, pocos peatones y la luz tenue cubría a los atacantes.
Katelyn miró hacia el origen de los disparos con expresión sombría.
—No podemos quedarnos aquí. Necesitamos una salida.
Si no actuaban rápido, ese coche sería su ataúd.
Los atacantes estaban enmascarados, sin rostro. Katelyn analizó rápidamente la situación, calculando las posibilidades. Había al menos una docena. Exhaló con fuerza.
—¡Parece que realmente quieren matarme! Pero ¿dónde estaba Sophia? No la veía por ninguna parte.
Los disparos continuaron.
Vincent se volvió hacia Katelyn.
«Quédate aquí. Yo me encargo de esto».
Giró bruscamente el volante, pero con los neumáticos destrozados, el coche se desvió de forma impredecible y se balanceó peligrosamente.
Aquello no iba a funcionar. Katelyn le lanzó una mirada.
«¡Dame tu pistola!».
Mantenerse a la defensiva ya no era una opción. Tenían que defenderse o serían blancos fáciles.
Sin decir nada, Vincent le pasó el arma.
Mientras el coche se balanceaba y se tambaleaba, los disparos de los atacantes no cesaban. Katelyn sabía que abrir la ventanilla del copiloto era una sentencia de muerte: un movimiento en falso y el coche se convertiría en una tumba para ambos. Así que se deslizó hacia el asiento trasero. De esa manera, si alguien recibía un disparo, sería ella, no Vincent.
Vincent frunció el ceño, pero no discutió.
—Ten cuidado —le advirtió. Katelyn no respondió, ya estaba bajando la ventanilla lo justo para poder disparar.
Y entonces, ¡bang, bang!, las balas volvieron a rasgar el aire, golpeando sin piedad el coche. Sin dudarlo, Katelyn se agachó. El interior del coche quedó destrozado bajo la lluvia de disparos.
Pero Katelyn no dudó. Se levantó rápidamente y apretó el gatillo dos veces seguidas.
¡Bang! ¡Bang!
Dos atacantes cayeron al suelo, sus cuerpos cayendo como muñecos de trapo. La puntería de Katelyn era letalmente precisa, un recordatorio de su habilidad. Las sacudidas del coche le dificultaban mantener la estabilidad, pero no vaciló.
El estómago se le revolvió cuando la réplica del impacto amenazó con dominarla. El constante balanceo del coche le hacía sentir como si estuviera a punto de perder el control y vomitar.
Vincent se dio cuenta de su malestar y su voz se volvió más aguda.
—Aguanta, Katelyn. Yo me encargo.
Katelyn apretó los dientes.
Luego, sin perder el ritmo, volvió a disparar. ¡Bang! ¡Bang! Dos atacantes más cayeron al suelo. Eso redujo el recuento a unos ocho, y su ataque había perdido parte de su intensidad.
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