¿Quién se atreve a encantar a mi reina encantadora? - Capítulo 1218
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos dos veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 1218:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
Tras un largo silencio, Jeff finalmente habló, con voz apenas audible.
—Katelyn… Por el bien de nuestros años de parentesco, quiero pedirte un favor.
Katelyn se burló, con tono gélido.
«¿Por qué debería ayudarte?».
Ya había hecho un esfuerzo por visitarlos hoy e informarles de la muerte de Lise, un gesto mucho más misericordioso de lo que se merecían. Una y otra vez habían conspirado contra ella, y aun así había accedido a verlos. Si hubieran sido cualquier otra persona, Katelyn nunca habría aceptado reunirse con ellos en toda su vida.
Sharon levantó el dedo, temblando de furia, y maldijo: —¡Miserable desagradecida…!
—¡Basta! —La voz de Katelyn cortó las palabras de Sharon como una navaja, fría y afilada.
No tenía intención de escuchar sus acusaciones. Era una pérdida de tiempo. Sin mirar atrás, Katelyn se levantó bruscamente, dispuesta a marcharse. Pero antes de que pudiera dar un paso, la voz de Jeff resonó.
—¡Cállate! —le gritó a Sharon, que se quedó paralizada en medio de un grito, silenciada por el peso de su ira.
Volviéndose rápidamente hacia Katelyn, el tono de Jeff se suavizó, casi suplicante.
—Si aceptas ayudarnos, te contaré quiénes son tus padres biológicos. Katelyn, a solo unos pasos de la puerta, se detuvo en seco. Lentamente, se volvió hacia él, entrecerrando los ojos con recelo. Estudió su expresión, buscando cualquier rastro de engaño.
¿Por qué sacaba ahora el tema de sus padres biológicos? ¿Era otra manipulación?
Tras una breve pausa, Katelyn respondió con frialdad: —Puedes decírmelo, pero no te prometo nada. Si estás dispuesto a arriesgarte, habla. Sus palabras lo dejaron claro: no se dejaría atrapar en sus juegos. Ya había sido testigo de su descaro demasiadas veces. No se sabía qué exigencias irrazonables podrían plantearle, y Katelyn no estaba dispuesta a comprometer sus principios.
Sharon abrió la boca, dispuesta a arremeter, pero una sola mirada de Jeff la detuvo. Por muy arrogante que fuera Sharon normalmente, le tenía miedo a Jeff cuando realmente importaba.
Jeff exhaló un largo suspiro.
—Está bien —dijo, aunque su voz denotaba resignación—.
Pero no sé mucho.
Katelyn arqueó una ceja, sorprendida de que hubiera accedido a compartir algo. Las condiciones no le favorecían en absoluto. Se quedó en silencio, esperando a que continuara.
Tras una breve pausa, Jeff comenzó: —Todo lo que recuerdo es que estaban en la misma sala de partos que nosotros y que eran de Yata. Solo estuvieron allí unas horas antes de marcharse.
El corazón de Katelyn dio un vuelco.
¿Yata? ¿Qué conexión podía tener ella con Yata?
Aun así, mantuvo una expresión neutra, sin revelar la sorpresa que sentía.
Jeff no sabía si ella le creía o no, pero siguió adelante con su petición.
—Quiero que vengues a Lise. Una vez que la policía encuentre a la persona que la mató, quiero que hagas justicia por tu cuenta». Su voz estaba llena de veneno, su odio era palpable. Era como si apenas pudiera contenerse para no vengarse allí mismo.
Los labios de Katelyn se curvaron en una leve sonrisa burlona. Así que, incluso después de todas las cosas terribles que había hecho Lise, todavía había gente que quería vengarla.
Katelyn miró a Jeff y Sharon con una mirada penetrante, como si pudiera ver a través de sus almas. Sin decir una palabra, se dio la vuelta y se marchó.
Sharon, incapaz de contenerse, le gritó: «¡Maldita sea! ¡Ni siquiera has aceptado!».
Pero Katelyn no se detuvo, y su silueta desapareció sin mirar atrás.
Sharon se volvió hacia Jeff, con la voz aguda por la ira.
«¿Por qué le has dicho eso? ¡Ahora nunca vengará a Lise!».
.
.
.