¿Quién se atreve a encantar a mi reina encantadora? - Capítulo 1213
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Capítulo 1213:
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El rostro de Neil se ensombreció. Los demás accionistas, que ahora comprendían la gravedad de la situación, le presionaron para que diera explicaciones.
—Sr. Wheeler, ¿le importaría explicar a qué se refiere con «cascarón vacío»? —le exigió uno de ellos.
El hombre de gafas de montura negra intervino: «Sí, ¿cómo ha llegado exactamente la empresa a esta lamentable situación? ¡Nos merecemos una explicación!». Estos accionistas se habían aferrado a sus inversiones, convencidos de que los ingresos anuales estables del Grupo Wheeler hacían de sus acciones una apuesta segura. Habían rechazado la oferta de adquisición del Consorcio Esterlyn, confiados en que tenían entre manos una gallina de los huevos de oro.
Pero ahora, con los rumores de que la empresa no era más que un cascarón vacío, su supuesto tesoro empezaba a parecer oro de tontos. Para ellos, la revelación fue como si el suelo se abriera bajo sus pies.
Neil sintió un dolor punzante en las sienes. Su voz era fría como el hielo cuando espetó: «¿Por qué están armando este escándulo? ¡Déjenme ocuparme de mis problemas y tendrán su explicación cuando sea el momento!». La sala quedó sumida en un tenso silencio cuando los accionistas, al darse cuenta de que no servía de nada antagonizar más a Neil, se tragaron su ira.
La mirada de Neil los barrió a todos.
—¡Fuera todos! Necesito hablar a solas con el Sr. Norris. Y tú, Cassie, ¡fuera!
La presencia de Cassie no hizo más que aumentar su furia, un amargo recordatorio de cómo Katelyn lo había superado.
Cassie asintió apresuradamente.
—Entendido.
Los accionistas intercambiaron miradas inquietas antes de seguirla. Una vez que la sala quedó despejada, Neil y Liam centraron su atención en el urgente asunto de la crisis corporativa.
Mientras tanto, Katelyn y Vincent ya se habían metido en el coche.
Vincent, con las manos apoyadas en el volante, la miró.
—Bueno, ya hemos apagado un incendio. Neil ha recibido un duro golpe. No tendrá estómago para causar más problemas, al menos por un tiempo.
Las pérdidas de Neil eran difíciles de digerir. Si le quedaba una pizca de sentido común, daría un paso atrás y se reorganizaría.
Katelyn apoyó el codo en la ventana y la cabeza en la mano. Suspiró.
—Esperemos que sí.
Es cierto, todo dependía de si Neil decidía recoger los pedazos o quemar toda la casa.
Vincent le estudió el rostro y su tono se suavizó.
—¿Te duele la cabeza? ¿Quieres que pasemos por el hospital?
Katelyn se frotó la frente, luego se enderezó y le dedicó una leve sonrisa.
—No, solo estoy agotada, tener que lidiar con este circo día tras día.
Aún no podía entender la obsesión de Neil. ¿Llegar tan lejos por un simple terreno que era de ella? ¿Merecía la pena? Incluso había arrastrado a su propia abuela a su red de engaños. ¿Era la codicia tan poderosa que podía despojar a un hombre de su alma?
Vincent estaba a punto de responder cuando sonó el teléfono de ella. No reconocía el número. Tras dudar un momento, lo cogió. Sin embargo, su expresión se endureció en un instante.
Cuando Katelyn terminó la llamada, Vincent se volvió hacia ella.
—¿Qué pasa? —preguntó.
Katelyn tenía una expresión seria. La frialdad de su actitud era casi palpable, suficiente para hacer temblar a cualquiera. Sin decir nada más, Vincent cogió una botella de agua y se la entregó con voz suave.
«Toma, bebe esto. Quizá te ayude a calmarte».
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