No me dejes, mi querida mentirosa - Capítulo 657
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Capítulo 657:
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Cuando abrió la boca para explicarse, la voz de Ethan la interrumpió, firme y tranquilizadora. «No te preocupes. Yo tengo. Voy a buscarlos».
Nyla parpadeó, momentáneamente desconcertada.
«¡Sí! ¡Ethan, vamos juntos!», exclamó Charlotte, corriendo hacia él como un cachorro ansioso por una golosina.
En solo dos horas, una gruesa capa de nieve había transformado las calles y los árboles en un sereno paraíso invernal. El barrio estaba lleno de vida con el alegre bullicio de los niños, cuyas risas resonaban mientras corrían por la gélida noche.
Cuando Ethan regresó con los fuegos artificiales, Nyla ya se había envuelto bien el cuello con una bufanda y había salido al exterior.
Allí estaba él, vestido de negro, con su figura nítida e imponente contra la extensión nevada. El contraste era sorprendente, como si fuera tinta derramada sobre un lienzo de color blanco puro.
A Nyla se le cortó la respiración por un instante y su corazón dio un salto como una piedra sobre el agua tranquila. Una chispa de calor se encendió en su pecho, inesperada e inexplicable.
La imagen le trajo un recuerdo vívido e involuntario: una Nochevieja de hacía años. Ethan había estado a su lado, encendiendo juntos fuegos artificiales bajo el fresco cielo invernal. Solo había durado unos minutos, pero ese sencillo momento se había grabado profundamente en su corazón, un tesoro silencioso que no había olvidado.
—¡Mamá, ven a jugar conmigo! —La alegre voz de Charlotte la devolvió con firmeza al presente.
—De acuerdo —respondió Nyla con una suave sonrisa, dejando que la calidez del momento derritiera la nostalgia persistente.
Mientras los copos de nieve continuaban su delicada danza y la expectación por los fuegos artificiales llenaba el aire, Nyla decidió saborear el aquí y ahora. Se dio cuenta de que algunos momentos estaban destinados a convertirse en recuerdos entrañables.
Los fuegos artificiales estallaron brillantemente en el cielo.
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Charlotte ya se había unido a los otros niños fuera, disfrutando de la nieve, mientras Candy estaba ocupada en una videollamada con el joven con el que salía.
Nyla se quedó de pie bajo la nieve que caía, observando cómo se desarrollaba la escena, y su sonrisa se suavizó gradualmente sin que se diera cuenta.
De repente, Ethan le agarró la mano. Ella lo miró, ligeramente sorprendida.
«¿Qué pasa?», preguntó, con evidente confusión.
Ethan colocó un gran fuego artificial cilíndrico. En cuanto Nyla lo vio, sus ojos brillaron de alegría.
Encendió la mecha y una brillante cascada de chispas blancas estalló en el cielo.
Era el tipo de fuegos artificiales que ella adoraba: brillantes y encantadores, como un árbol hecho completamente de luz.
Se quedó allí, hipnotizada, viéndolos elevarse más y más, con los oídos llenos de los gritos de asombro de los niños que la rodeaban.
«¿No vas a pedir un deseo?», la voz de Ethan rompió su ensimismamiento.
Sin pensarlo dos veces, Nyla juntó las manos y cerró los ojos, deseando en silencio.
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