No me dejes, mi querida mentirosa - Capítulo 546
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Capítulo 546:
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Ethan permaneció inmóvil mientras la figura se acercaba y sacaba un cuchillo, cuya hoja reflejaba la luz de la luna con un brillo escalofriante. El hombre agarró el cuchillo con fuerza y lo blandió con feroz intención hacia el pecho de Ethan.
Ethan abrió los ojos, levantó la mano y agarró el cuchillo. Con un movimiento rápido, giró su cuerpo, sacó la pistola de debajo de la almohada y la presionó firmemente contra la nuca del hombre.
«No digas nada, ni se te ocurra pedir ayuda. Estoy armado con un veneno que te hará arrepentirte de esta invasión», advirtió Ethan.
«¿No estabas gravemente herido?», susurró el hombre, desconcertado y alarmado.
Ethan miró las manchas de sangre fresca que empapaban su ropa y respondió con indiferencia: «Sí, lo estoy. Pero si crees que eso es suficiente para matarme, te equivocas».
«¿Qué piensas hacer?», preguntó el hombre, con voz llena de aprensión.
«¿Quién está detrás de esto?», preguntó Ethan con tono frío.
Los pasos resonaron una vez más en el pasillo, esta vez indicando la presencia de dos personas. Con cautela, su mirada se desplazó hacia la puerta. El cautivo que tenía debajo pareció sentir algo y, de repente, comenzó a forcejear.
«Parece que hoy será tu fin», dijo el hombre.
«¿En serio?», respondió Ethan, con la mirada llena de indiferencia. Apretando el agarre, presionó el arma firmemente contra el cráneo del hombre y, al mismo tiempo, le arrebató el cuchillo de las manos.
Siguió una breve pausa, y la puerta crujió al alejarse los pasos. Parecía que el personal médico estaba haciendo sus rondas.
«¿Cuál es tu siguiente movimiento?», preguntó Ethan.
El hombre permaneció en silencio, ocultando cuidadosamente su impaciencia. Justo cuando estaba a punto de hablar, sonó la alarma del hospital. Evidentemente, alguien estaba orquestando una distracción.
«Sr. Brooks, sus cálculos eran erróneos», dijo el hombre con confianza.
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De repente, el hospital se sumió en el caos, con el personal médico llamando urgentemente a los pacientes. Crear tal revuelo en ese entorno era una apuesta peligrosa, pero Ethan, imperturbable, levantó al hombre. Los transeúntes corrían por el pasillo, ajenos al peligro que acechaba.
Era el momento perfecto para actuar en medio del caos.
«La has fastidiado. Esta gente está decidida a asegurarse de que nadie sobreviva», dijo Ethan, apoyando la espalda contra la puerta y observando la escena que se desarrollaba.
El hombre parecía confundido.
Entonces, se oyó un disparo, agudo y resonante en todo el hospital. La sorpresa se reflejó en el rostro del hombre cuando miró la mancha de sangre que se extendía por su pecho.
Con un ligero fruncimiento de ceño, Ethan lo soltó.
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