No me dejes, mi querida mentirosa - Capítulo 540
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Capítulo 540:
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Sabía que podía utilizar su sentido del deber para mantenerla a su lado. Incluso podía pedirle que volviera a vivir con él. Pero las palabras de Noelle le vinieron a la mente, un silencioso recordatorio de que forzar a alguien solo serviría para alejarlo más.
La mano de Nyla se detuvo en el borde de la cama. Lentamente, sus dedos se cerraron en un puño. «Cuando te recuperes, me iré», dijo con firmeza.
«Una vez me dijiste que no entendía el amor. Ahora lo estoy intentando, pero es demasiado tarde. Solo estoy pagando una deuda», dijo Ethan, con una voz tan suave como la brisa primaveral.
Nyla bajó la cabeza y se mordió el labio inferior mientras luchaba contra una oleada de emociones. «¿Por qué ahora, Ethan? ¿Por qué en este momento?», preguntó con voz temblorosa, en la que se mezclaban la ira y la confusión. «Estás haciendo esto a propósito, todo. ¿Crees que actuando así conseguirás que vuelva a enamorarme de ti? ¿Todo esto es solo una farsa?».
Levantó la mirada, con un destello de rebeldía en los ojos. «No te creeré. Cuando te recuperes, me iré. Me salvaste y puedes pedirme un favor. Después de saldar esa deuda, no tendremos nada más que ver el uno con el otro».
Su voz se volvió inestable, las palabras salían a borbotones como si estuviera descargando todos los sentimientos reprimidos que había enterrado en su interior.
Ethan escuchó sin interrumpir, sus palabras le llegaban al alma.
«¿Pedir algo?», repitió en voz baja, con una leve sonrisa en los labios.
«Sí», respondió ella rápidamente. «Pero no pienses en pedirme que nos reconciliemos o que vivamos juntos. Eso está fuera de discusión».
Ethan asintió, sin sorprenderse. —Entonces… cuando te cure la herida, prepárame algo de comer.
Nyla se había preparado para una petición exigente o irrazonable, pero, para su sorpresa, lo único que él le pidió fue una simple comida.
Tras una pausa, ella aceptó. —De acuerdo. Te lo prometo.
—Nyla —dijo Ethan de repente, con voz firme.
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—¿Qué?
—¿Por qué estás aquí realmente? —preguntó, con voz tranquila pero penetrante.
La habitación quedó en silencio, y el peso de su pregunta se cernió sobre ellos.
—Ya te lo he dicho —respondió ella tras un momento—. Tú me salvaste, y lo justo es que yo te cuide a ti.
Su respuesta parecía lógica, pero ni siquiera ella podía ignorar la inquietud que le provocaba.
—¿Es así? —preguntó Ethan en voz baja—. Si vas a cuidar de mí, entonces duerme a mi lado.
Nyla se quedó inmóvil en su silla de ruedas.
—¿Qué?
Ethan, que parecía bastante tranquilo, se relajó casualmente contra el cabecero, con el rostro desprovisto de su habitual severidad.
«No quería decir eso», tartamudeó Nyla, con un ligero rubor tiñendo sus mejillas. Sus cejas fruncidas delataban la rabia que sentía por dentro.
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