No me dejes, mi querida mentirosa - Capítulo 526
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Capítulo 526:
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El miedo le oprimía el pecho. Aceleró el paso, con los latidos de su corazón resonando en sus oídos.
«¡Ahí está, jefe!», gritó uno de los hombres, señalando a Nyla con entusiasmo en su voz.
Los labios del hombre rubio se curvaron en una sonrisa siniestra. «Parece que hoy es nuestro día de suerte».
Con mano firme, levantó su arma y apuntó directamente a su cabeza. Su dedo apretó el gatillo.
La bala no dio en el blanco.
En el último momento, alguien derribó a Nyla al suelo, protegiéndola del peligro.
El rostro del hombre rubio se retorció de frustración cuando el bosque se llenó de repente de movimiento. La gente se acercaba desde todas las direcciones. «¡Retirada!», gritó, pero el caos ya se había apoderado del lugar.
Los disparos estallaron, resonando entre los árboles con un rugido ensordecedor.
Atrapada bajo el peso de alguien, Nyla se estremeció cuando el dolor le atravesó la pierna herida. Levantó la vista y se le cortó la respiración.
Era Ethan.
—¿Ethan? —su voz temblaba de incredulidad—. Ethan, ¿estás bien? —preguntó con urgencia. El disparo iba dirigido a ella, pero Ethan se había interpuesto para protegerla.
Extendió la mano para ver cómo estaba, pero se quedó paralizada al ver la sangre que se extendía por su camisa, justo encima del corazón.
«¿Dónde te duele?». Su voz era baja y tensa, pero su preocupación se dirigía a ella, no a sí mismo.
Nyla ignoró su pregunta. «¿Qué hay de tus hombres? ¡Yo estoy bien, pero tú no! ¡Necesitas ir al hospital!».
Intentó ponerse de pie, pero el dolor agudo en la pierna la hizo tambalearse. Ethan la sujetó antes de que cayera.
Sus ojos se posaron en la pierna herida de ella y su expresión se endureció. Le tocó ligeramente la zona y Nyla se estremeció de dolor.
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«¿Tu pierna está tan mal y tratas de caminar? ¿Quieres empeorarla?». Su tono era severo, casi reprensivo.
Hacía mucho tiempo que Nyla no le oía hablarle así, con autoridad y una profunda preocupación protectora.
Bajo su mirada, sintió una punzada de culpa.
Ignorando su propia herida, Ethan apretó los dientes y la levantó en brazos.
«¿Estás loco? ¡Tú también estás herido!», protestó Nyla, mirándolo con incredulidad. Ethan no respondió. Su voz era tranquila y firme. «No te muevas. Te llevaré a casa».
A pesar de la suciedad que manchaba su rostro, sus rasgos seguían siendo llamativos.
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