No me dejes, mi querida mentirosa - Capítulo 517
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Capítulo 517:
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Una mujer como Nyla nunca toleraría que su hombre se involucrara con otra persona.
De pie junto a la ventana, con un ligero camisón negro, Callie dejó que la cálida luz dorada acentuara su figura. Su insatisfacción e inquietud eran evidentes: no era del tipo de persona que esperaba sin hacer nada.
Su teléfono vibró. Al ver el identificador de llamadas, sonrió y respondió.
«Cariño, necesito un favor. Tenemos tres clientes importantes», dijo la voz al otro lado del teléfono.
Recostada en la cama en una pose deliberadamente seductora, Callie respondió: «¿Y qué gano yo si voy?».
«Me encargaré del problema del envío por ti. ¿Te parece bien?», sugirió el hombre, con la voz apenas audible por el ruido de fondo.
«No del todo», dijo ella, con los ojos brillantes de intención. «Tres clientes significan que me merezco más. Necesito que te ocupes de alguien por mí».
«¿Quién?», preguntó él tras una breve pausa.
«Nyla Green. Sigue por aquí. La última vez no terminaste el trabajo. Me debes una», dijo Callie, retorciéndose un mechón de pelo mientras ocultaba el disgusto que brillaba en sus ojos.
El ruido de fondo al otro lado de la línea se hizo más fuerte, lo que indicaba la impaciencia de los clientes. —Está bien. Solo ven aquí.
Después de terminar la llamada, Callie buscó su ropa, pero se detuvo. En su lugar, tomó un abrigo largo y se lo puso sobre la lencería, atando el cinturón con fuerza para asegurarse de que todo quedara oculto.
Se miró en el espejo y asintió con satisfacción.
Salir de la villa de Ethan sin levantar sospechas no sería fácil. Mientras bajaba las escaleras, una criada se le acercó rápidamente.
—Señorita Higgins, ¿necesita ayuda en algo?
—Tengo un problema en mi cafetería que debo resolver. Avísele a Ethan si regresa —dijo Callie con suavidad, con un tono seguro e inquebrantable.
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—Entendido —respondió la criada rápidamente.
Tras lanzar una breve mirada a la criada, Callie salió de la villa. Primero se detuvo en la cafetería para establecer su coartada, luego salió por la puerta trasera y cambió de coche discretamente.
Cuando llegó a la villa suburbana, la fiesta ya estaba en pleno apogeo. La música resonaba en el aire y las risas se propagaban entre la animada multitud.
La celebración acababa de empezar y los invitados seguían charlando mientras tomaban sus copas. Un hombre rubio vio a Callie y la saludó con una amplia sonrisa.
—Ahí estás, cariño —exclamó, haciendo un gesto a los demás para que siguieran entreteniendo a los invitados mientras la guiaba hacia el jardín.
—Son justo de tu estilo. Un poco excéntricos, pero creo que te gustarán —añadió mientras caminaban.
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