No me dejes, mi querida mentirosa - Capítulo 457
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Capítulo 457:
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«Entonces, ¿estás aquí como leal mensajero de Callie, para advertirme en su nombre?». La risa de Nyla estaba teñida de amarga diversión.
No era la primera vez que se enfrentaba a una situación así, y cada vez que ocurría, la decepción grabada en su corazón se hacía más profunda. «No eres rival para la familia Higgins». La mirada de Ethan la atravesó, y cada palabra fue un golpe de martillo contra el ya frágil corazón de Nyla.
—¿Y qué? ¿Qué tiene eso que ver contigo? —espetó Nyla, apretando los dientes mientras se obligaba a mantener la compostura. Una y otra vez, Ethan había optado por proteger a los demás, dejándola sola para defenderse por sí misma.
Se preguntó fugazmente si Charlotte se sentiría alguna vez verdaderamente feliz, sabiendo que tenía un padre como Ethan.
Sus miradas se cruzaron, el aire se llenó de una tensión tácita y cada uno desafió en silencio al otro a retroceder. Finalmente, Ethan se levantó y se acercó a ella. Nyla se movió instintivamente, dispuesta a retroceder, pero antes de que pudiera hacerlo, la mano de Ethan se cerró alrededor de la suya.
«¿Otra vez huyendo? ¿No quieres saber qué tiene esto que ver conmigo?», murmuró con voz baja y provocadora.
Con un suave tirón, la atrajo hacia su pecho. La repentina intimidad desató una tormenta de emociones para la que ninguno de los dos estaba preparado. Inclinándose hacia su oído, Ethan habló deliberadamente, cada palabra colgando como una espada entre ellos. «Por ley, soy tu marido. Por nombre, sigo siendo tu tío».
«Tú y yo no somos nada, Ethan», siseó Nyla, con voz llena de desafío. «Estamos destinados a ser enemigos».
«¿Enemigos, dices?», preguntó Ethan, clavándole la mirada. «Entonces muéstrame cómo tratas a tu supuesto enemigo».
Su mano se desplazó hacia su cintura, un gesto sutil que desencadenó una cascada de sensaciones. Ese día, Nyla llevaba unos pantalones blancos de traje de cintura alta y un elegante top negro sin mangas, una combinación que resaltaba su elegancia y fuerza.
Con un toque muy sutil, los dedos de Ethan rozaron su suave pecho, encendiendo un fuego de indignación en sus venas. El rostro de Nyla se sonrojó, en una mezcla de furia y vergüenza. Levantó la mano para apartarlo.
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Ethan, imperturbable, la miró fijamente a los ojos ardientes. Inesperadamente, se inclinó hacia adelante y le dio un beso en la frente.
«Lo siento», murmuró suavemente, con una ternura desconocida en su voz.
Por un momento, ambos se quedaron paralizados, atónitos por sus acciones.
Ethan no había tenido intención de decir esas palabras, ni de darle ese beso. Las palabras que Keith había pronunciado antes le rondaban por la cabeza, haciéndole preguntarse si habían tocado una fibra sensible que no estaba preparado para afrontar.
En cuanto a Nyla, se quedó paralizada, luchando por reconciliar sus emociones revueltas. Cuando finalmente se movió, fue para apartarlo desconcertada.
—Tú… puedes continuar la cena solo —tartamudeó, agarrando su bolso y huyendo antes de que él pudiera decir otra palabra.
La ternura de Ethan era un recuerdo que ella había enterrado hacía mucho tiempo, pero ahora, al sentirla de nuevo, su corazón la traicionó. Latía con fuerza en su pecho como un pájaro atrapado que buscaba escapar. No esperaba que él la volviera a influir. ¿Por qué? ¿Por qué ahora?
Al llegar a su coche, Nyla se metió dentro y cerró la puerta de un portazo, con sus pensamientos envueltos en una tormenta de confusión. Respiró hondo y temblorosamente antes de arrancar el motor. Sin embargo, al llegar a casa, se dio cuenta de algo que la golpeó como un rayo: se había dejado el teléfono en su frenética huida.
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