No me dejes, mi querida mentirosa - Capítulo 398
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Capítulo 398:
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«Sí», dijo Nyla asintiendo con la cabeza. «¿Considerarías venir conmigo? A Franklin sin duda le encantaría».
Candy respondió con una sonrisa desdeñosa: «Oh, estaría encantado de tener ayuda gratis. No, no me interesa. Ahora tengo compromisos, estoy comprometida».
Nyla se quedó momentáneamente desconcertada, pero luego recordó cómo la familia de Candy la había localizado rápidamente tras su regreso.
Al principio, Candy se había resistido con vehemencia a sus intentos de reintegrarla en su rica e influyente familia, la mayor dinastía financiera de la región.
Candy se había marchado a Ulares para evitar un matrimonio concertado, pero una vez de vuelta, cedió y accedió a conocer al hombre que su familia había elegido para ella. Sorprendentemente, Candy no parecía del todo reacia al hombre, e incluso salía con él de vez en cuando.
Nyla no había previsto la decisión de Candy de dejar de huir de los planes de su familia.
—¿Has decidido no huir más? —preguntó Nyla.
Contemplando el paisaje urbano, Candy asintió. —Ya no hay necesidad de huir.
Mientras cenaban, cada una se sumió en sus propias reflexiones.
De vuelta a casa, después de bañar a Charlotte y acostarla, Nyla vio a Candy sumida en sus pensamientos en el sofá del salón. Nyla se unió a ella en la planta baja.
«¿Estás segura de esto? Aunque Ulares es un lugar grande, hay muchas posibilidades de encontrarte con él. ¿Lo has pensado bien?», preguntó Candy.
Las razones de Nyla no estaban claras. ¿Buscaba limpiar el nombre de su padre o había alguien de su pasado a quien necesitaba enfrentarse?
«Quizás. Estoy cansada de huir», respondió Nyla con determinación a Candy.
Era cierto; antes, el miedo la controlaba y le causaba una angustia innecesaria. Pero ahora, Nyla no era la misma persona que solía ser. Decidió no volver a tomar decisiones basadas en el miedo o la estupidez. Estaba dispuesta a recuperar todo lo que era suyo.
—Nyla, ¿dónde estás? ¿Dónde puedes estar?
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Bonnie, vestida con una gabardina, caminaba de un lado a otro por la sala de espera del aeropuerto, con los ojos escudriñando a la multitud con evidente ansiedad.
Nyla acababa de bajar del avión cuando recibió la llamada de Bonnie. Con su hija en brazos, contestó al teléfono con la mano libre, mientras su equipaje aún esperaba a ser recogido.
«Aún no he salido. Primero tengo que recoger nuestras maletas, Bonnie. Espera un momento». Colgó el teléfono.
Nyla se dirigió a la cinta transportadora de equipajes y dejó a Charlotte en el suelo con cuidado. «Charlotte, ¿puedes quedarte aquí mientras mamá recoge nuestras maletas?». Charlotte asintió. «Vale».
Mientras Nyla recuperaba sus pertenencias, Charlotte observaba con curiosidad a un grupo vestido con trajes negros que pasaba por allí. Charlotte se tocó los labios con un dedo y susurró: «Mamá, mira a toda esa gente rara».
Su suave voz pasó desapercibida para Nyla, que estaba concentrada en el equipaje. La mirada de Charlotte se posó en el hombre que estaba en el centro del grupo. Era un hombre muy guapo.
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