No me dejes, mi querida mentirosa - Capítulo 325
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Capítulo 325:
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Las palabras la golpearon con más fuerza de lo que esperaba. La negativa de Ethan a salvarla no era solo una posibilidad, ahora era su realidad.
Así que así era como terminaba todo.
Los hombres la ataron al farallón, con el agua del mar bañando su cuerpo. No le dolía, pero las salpicaduras frías y saladas aumentaban su incomodidad.
Pero el malestar físico palidecía en comparación con el dolor que sentía en el pecho. Saber que Ethan realmente la había abandonado le dolía más de lo que jamás hubiera imaginado. Temblando, no sabía si era por el frío del océano o por algo más profundo.
Y entonces, no había nada. Ni rescate. Ni esperanza.
Nyla se quedó allí, olvidada por el mundo, su vida descartada sin pensarlo dos veces.
—Murray, ¿dónde está Nyla? —La voz de Bonnie era feroz, sus manos agarraban con fuerza el cuello de él.
Murray no se resistió. Su tono era tranquilo, casi sin vida. —Está en manos de una banda extranjera.
La ira de Bonnie estalló, apretó los dientes. «¡Dime dónde! ¡Ahora!».
«Junto al mar», respondió él secamente. «Pero aunque vayas, es demasiado tarde. Solo Ethan puede salvarla».
«Voy a hablar con Ethan». Bonnie lo soltó y se dio la vuelta para marcharse sin mirar atrás.
« «No importará», le gritó Murray. «No pararán hasta conseguir lo que quieren. Nyla podría estar ya en el océano».
Bonnie se dio la vuelta, sin poder contener su furia. «¡Todos la estáis utilizando! ¿Por qué? ¿Para tratar con Ethan? ¿Su vida no tiene ningún valor para vosotros? Ella confiaba en vosotros, ¿y qué habéis hecho? ¡La habéis traicionado! Maldita sea, Murray. Te hemos juzgado mal. A partir de ahora, eres mi enemigo».
Se dirigió furiosa hacia la puerta, cada paso impulsado por la rabia.
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«Yo te llevaré», se ofreció Murray de repente. «Ethan no fue y el trato fracasó».
Bonnie se detuvo en el umbral, con la mano apoyada en el pomo. El escepticismo nublaba su expresión, pero cedió y se subió al coche de Murray.
No tenía más remedio que correr el riesgo.
Junto al mar, Bonnie oteó la zona. Estaba inquietantemente vacía, y la quietud amplificaba sus dudas.
—Murray —dijo con voz teñida de sospecha—, más te vale que no me estés dando vueltas.
Murray recorrió con la mirada la costa, evaluando la situación. Divisó un barco en la distancia y lo señaló. —Ahí. Vamos hacia el barco.
Aún insegura, Bonnie lo siguió. De repente, un grupo de figuras salió de la cabaña cercana. Murray se colocó delante de ella en actitud protectora, con una postura tensa.
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