No me dejes, mi querida mentirosa - Capítulo 296
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Capítulo 296:
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«Hana, lo entiendo, pero estoy devastada. No pude proteger a mi hijo. Debe de estar echándome la culpa», murmuró.
Hana le tomó suavemente la mano y le acarició la cabeza. «¿Cómo podría el bebé echarte la culpa? Te quiere. Hay una antigua creencia que dice que los seres queridos que perdemos de alguna manera encuentran el camino de vuelta a nosotros».
Nyla parpadeó, con la voz llena de una tranquila incredulidad. «¿De verdad?».
Hana sonrió suavemente y asintió. «Sí, de verdad. No te preocupes, tu hijo volverá contigo».
La mano de Nyla se quedó sobre su vientre. Ojalá fuera cierto. Pero sabía que Ethan y ella nunca podrían volver a ser lo que eran, y la posibilidad de tener otro hijo parecía incierta.
Quizás las palabras de Hana tuvieron un pequeño impacto. Esa noche, Nyla comió más de lo habitual y se terminó la sopa. Hana sintió un atisbo de alivio y se lo comentó a Ethan cuando llegó a casa.
«La señora Brooks ha comido bastante esta noche. Parece estar mejor que antes».
Ethan se detuvo mientras dejaba la chaqueta y miró a Hana. «Eso está bien».
Hana, al percibir su respuesta distante, se sintió frustrada. «Tienes que consolarla como es debido. Esto es muy importante para ella».
«¿Crees que el niño era más importante que su propia vida?», replicó Ethan.
Hana se quedó momentáneamente sin palabras, sin saber cómo responder. Quizás sí importaba, pero se guardó ese pensamiento para sí misma.
Ethan subió lentamente las escaleras, se detuvo en la puerta de la habitación de invitados y finalmente entró en el dormitorio principal. Nyla estaba despierta, recostada contra el cabecero, absorta en su teléfono. Cuando vio entrar a Ethan, se quedó paralizada por un momento y luego se acostó.
Ethan la observó en silencio, sintiendo una oleada de incomodidad, antes de hablar en voz baja. —¿Crees que el niño era más importante que tu propia vida? Si tuviera que volver a elegir, seguiría eligiendo salvarte a ti.
El silencio envolvió la habitación.
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Una suave luz formaba halos sobre sus cabezas, proyectando un brillo hipnótico. Sus miradas se cruzaron en un intercambio silencioso; no se despertaron emociones entre ellos, solo una mirada compartida.
Hacía mucho tiempo que Nyla no experimentaba una sensación así.
Sin embargo, ahora ya era demasiado tarde.
Ethan tenía la costumbre de herirla, solo para ofrecer pequeños gestos en un intento de reparar el daño.
Pero el dolor era demasiado profundo y esos gestos apenas arañaban la superficie de su angustia.
«Ethan, solo te pido una cosa», Nyla respiró hondo, con la mirada cargada de complejidad. «Quiero que tomes medidas contra la familia Higgins. No es necesario arruinarlos, pero no soporto que vivan cómodamente».
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