No me dejes, mi querida mentirosa - Capítulo 262
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Capítulo 262:
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«No creas que ya puedes sentir nada», dijo Nyla, con una risa como el suave susurro de las hojas.
Aún era pronto, apenas llevaba dos meses de embarazo.
El médico le había dicho que pasarían uno o dos meses más antes de que pudiera sentir al bebé moverse.
«Lo sé», respondió Ethan con una sonrisa avergonzada. «Solo quería intentarlo. Me pregunto si serán tranquilos o… llenos de sorpresas». Sus pensamientos eran una mezcla de curiosidad y los consejos del médico, formando una imagen de su hijo en su mente.
Nyla se acurrucó más cerca, y la calidez de su presencia la tranquilizó como una nana. Pronto se quedó dormida, con una respiración suave y uniforme.
Ethan, sin embargo, permaneció despierto, con la mente repitiendo las palabras que ella había dicho antes.
Mientras dormía, su rostro adquiría una inocencia serena, y un ligero rubor adornaba sus delicados rasgos.
Quizás estaba pensando demasiado.
Mientras tanto, en la prisión, Hayes yacía en una cama de hospital, sus heridas un testimonio sombrío de la brutalidad que había sufrido. Varios médicos trabajaban con precisión, atendiendo heridas tan graves que solo con mirarlas bastaba para hacer que uno se estremeciera. Algunas de sus heridas se habían fusionado con su ropa, y retirarlas era una tortura que llenaba el aire de agonía.
Aunque Hayes estaba inconsciente, la anestesia solo le proporcionaba un alivio temporal. Cuando dejara de hacer efecto, se enfrentaría a una oleada de dolor implacable.
«¿Qué tipo de odio lleva a esto?», murmuró uno de los médicos, sacudiendo la cabeza. «Es como si lo vieran como algo menos que humano».
«¡Silencio!», espetó un médico superior. «No hables fuera de turno. Concéntrate en el trabajo y no te metas en líos».
Una vez finalizado el tratamiento, Hayes fue vestido con ropa limpia, pero la tela nueva no podía borrar la gravedad de su estado.
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En plena noche, Hayes se despertó.
El dolor lo invadió como un incendio forestal, pero permaneció en silencio, sentado en el borde de la cama sin decir una palabra.
Sus ojos oscuros no revelaban ninguna emoción mientras recorrían sus heridas.
Luego, con una sonrisa débil y cansada, miró hacia las sombras, con sus pensamientos en un laberinto que solo él conocía.
«¿Quién organizó el tratamiento médico de Hayes?».
El maquillaje meticulosamente aplicado de Callie se transformó en una mueca de enfado, infundiendo miedo en el grupo reunido ante ella.
El líder tragó saliva, luchando por encontrar las palabras. «No estoy seguro. La oposición es extremadamente poderosa».
La expresión de Callie se ensombreció con una irritación visible.
Los últimos días habían sido un aluvión incesante de problemas; un asunto apenas se calmaba cuando surgía otro.
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