No me dejes, mi querida mentirosa - Capítulo 185
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Capítulo 185:
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Poco después, Jackson se enteró del embarazo de Nyla y todo encajó.
Aunque Ethan mantenía el rostro impasible, Jackson podía percibir la tranquila felicidad que albergaba en su interior.
Sintiéndose un poco incómodo, Ethan se dirigió a Maple Villa para inspeccionar las nuevas medidas de seguridad. Ahora había espuma cubriendo todos los bordes afilados, lo que garantizaba que la casa fuera lo más segura posible.
Encantada con la noticia, Hana había pasado todo el día preparando cosas.
Recibió a Ethan con una sonrisa cálida y sincera. «Sr. Brooks, todo está listo. Solo estamos esperando a que regrese la Srta. Green. Llevaba tanto tiempo sin mostrar interés por el amor que me preocupaba que los sueños de su madre para usted nunca se hicieran realidad. Afortunadamente, todo está saliendo bien. Con la Srta. Green embarazada, estoy segura de que su madre estaría encantada».
Mientras hablaba, Hana se secó una lágrima. Había servido a la madre de Ethan, Zaylee Brooks, que era una mujer amable y gentil. Muchos en la villa habían rumoreado sobre el supuesto descenso de Zaylee a la locura, una afirmación que Hana se negaba a creer, hasta el accidente de coche.
Esa tragedia marcó un duro punto de inflexión para Ethan. Su sonrisa desapareció, sustituida por un comportamiento más frío y despiadado.
—¿Es así? —respondió Ethan, con un deje de tristeza en la voz—. Espero de verdad que sea feliz.
Tras una breve pausa, añadió—: A partir de ahora, Hana, tú te encargarás de las comidas de Nyla. No quiero que nadie más se involucre.
—Entendido —dijo Hana, recomponiéndose con una sonrisa—. Deberías echar un vistazo a la habitación del bebé, arriba. Ha quedado preciosa.
Ethan abrió la puerta de la habitación infantil.
Los tonos rosas y azules bañaban la habitación con un suave resplandor. La cama del niño era pequeña, casi delicada, y él extendió la mano, rozando su superficie con los dedos antes de dar unos ligeros golpecitos en la cuna que había junto a ella.
La habitación no era grande, pero parecía llena, rebosante de juguetes que transformaban el espacio en un país de las maravillas para niños. Una gruesa alfombra cubría el suelo, lo que garantizaba que incluso una caída fuera inofensiva.
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Ethan se sentó en medio de todo ello, en silencio, con la mente llena de pensamientos. ¿Por qué había preparado todas estas cosas?
Su memoria se remontó a Zaylee, cogida de su mano, con su risa derramándose como la luz del sol mientras describía algo fantástico.
«Cuando tengas tu propio hijo, ese niño será el bebé más bonito del mundo», había dicho con certeza. «Debes preparar la mejor habitación, llena de juguetes. La ropa del niño debe ser variada, por lo que es necesario un armario grande».
La mirada de Ethan se desplazó hacia el armario al otro lado de la habitación. Ya estaba lleno: pequeños conjuntos para niño o niña, cuidadosamente colgados en su interior.
Su mano se detuvo en un pequeño vestido de cuento de hadas, y las palabras de Zaylee resonaron en su mente.
«Si es una niña, hay que mimarla con bonitos vestidos y accesorios. Si es un niño, debe tener muchos trajes pequeños. ¡No tienes ni idea de lo guapo que estás con traje, y tu hijo seguro que será un niño elegante!».
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