No me dejes, mi querida mentirosa - Capítulo 182
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Capítulo 182:
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Flavia se inclinó sobre su hija, con lágrimas corriendo por su rostro. «Mi pobre niña. ¿Esos monstruos te hicieron daño? ¿Te golpearon?».
El estrecho escape dejó a Callie vacía. Enterró la cara en el hombro de su madre y logró mover ligeramente la cabeza. «No».
«¿Has identificado a los autores?», preguntó Brevard a Ethan con la voz cargada de la furia de un padre.
Ethan apretó la mandíbula con pesar. «La investigación sigue en curso. Pronto tendrás respuestas». »
Brevard respondió con un seco movimiento de cabeza.
Cuando sonó el teléfono de Ethan, este se excusó. Callie lo vio marcharse, con la ansiedad carcomiéndole por dentro. ¿Descubriría su engaño sobre Nyla? Imposible, solo ella sabía la verdad.
Después de una noche en el bosque, Nyla habría sucumbido a los peligros de la naturaleza.
Flavia se dio cuenta de la angustia de su hija. «¿Qué te pasa, cariño? ¿Debería llamar al médico?».
«Solo estoy cansada», murmuró Callie.
El rostro de Flavia se suavizó. «Entonces descansa, mi amor. Me quedaré aquí».
Le arropó con delicadeza con la manta mientras Callie se hundía en el colchón.
En el pasillo, la voz de Jackson crepitaba en el teléfono de Ethan.
«La señorita Green no ha aparecido en Maple Villa ni en ningún hospital. Ha desaparecido».
La mente de Ethan volvió rápidamente a la historia de Callie. —Busca de nuevo en el almacén abandonado.
—Entendido.
En lugar de volver para interrogar a Callie, Ethan salió del hospital a zancadas. Mientras conducía, las inconsistencias le inquietaban. La cuerda manchada de sangre sugería una lucha prolongada, lo que significaba que Nyla se había liberado.
Lo más confuso era quién podría haber llegado hasta ella tan rápido. Los atacantes lo habían buscado específicamente a él; ¿quién más podría saberlo? Cuanto más lo pensaba, más le gritaba su instinto. Las respuestas se le escapaban, pero su inquietud crecía, arañándole los bordes de la mente. El Cayenne devoraba la carretera, devorando la distancia en una nube de polvo.
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Entonces, a través de la neblina, vio una frágil figura cojeando por el arcén. Su corazón dio un vuelco y, en un instante, llevó el coche al límite, con el velocímetro superando los 180.
Cuando el coche se detuvo con un chirrido, Nyla también se detuvo.
Ethan saltó fuera, con la mirada fija en su maltrecho cuerpo. Sus heridas le mostraban una imagen de sufrimiento que le impactó más que cualquier golpe que hubiera recibido jamás. Sintió un dolor inexplicable en el pecho.
No debería sentirse así. No tenía sentido.
Nyla lo miró fijamente, con el rostro inexpresivo. Apoyándose pesadamente en la barra de hierro, se arrastró hacia él, cada movimiento un desafío silencioso. Ethan extendió una mano para ayudarla, pero ella se echó hacia atrás, con voz gélida. «No me toques».
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