No me dejes, mi querida mentirosa - Capítulo 147
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Capítulo 147:
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¡Crash!
El espejo se rompió cuando lo lanzó al suelo, y los fragmentos se esparcieron por el suelo. Sus manos agarraron el borde de su escritorio, con los nudillos blancos por la tensión.
Humillada. Públicamente. Esto era impensable.
Debería haber despedido a Margaret hace mucho tiempo.
Pero Margaret ya no estaba. Despedida. Por Ethan. Por Nyla.
La rabia de Callie volvió a estallar, esta vez con más fuerza.
Genial. Ethan había defendido a Nyla. Esa mujer.
Los labios de Callie se torcieron en una mueca amarga, su expresión tan sombría que cualquiera que entrara habría huido aterrorizado.
La noticia del incidente llegó pronto a oídos de Ethan.
Jackson le entregó un informe conciso.
—Si ese es el caso —dijo Ethan con tono tranquilo—, deja que Callie se ocupe de Margaret.
Jackson dudó y miró a su jefe. «Pero la señorita Green fue acusada injustamente. ¿No debería abordarse este asunto?».
Por mucho que Ethan se negara a admitirlo, Jackson sabía que su jefe sentía algo por Nyla. Sus acciones lo dejaban claro.
«La señorita Green estaba molesta ese día», añadió Jackson con cautela. «Quizás… podría ayudar si aclararan las cosas entre ustedes dos».
Ethan levantó la vista y clavó su mirada penetrante en Jackson. El hombre rara vez se excedía, pero no había duda del significado implícito en sus palabras. Mientras se recostaba en su silla, el tono de Ethan se volvió agudo. «¿Sientes algo por ella?».
Jackson se tensó y bajó la cabeza rápidamente. «No, señor. Es solo que… es obvio que la señorita Green es importante para usted. Si no le importara, ella ya no estaría aquí».
La oficina se sumió en un silencio incómodo. El sonido del bolígrafo de Ethan golpeando rítmicamente contra el escritorio llenó el vacío, y la tensión aumentó con cada golpe medido.
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Finalmente, Ethan habló, con voz distante, casi fría. —Estás sacando conclusiones precipitadas. Solo nos estamos utilizando mutuamente.
Las palabras no eran suyas, sino de Nyla. Él simplemente las repetía.
Era tanto un recordatorio como una advertencia para sí mismo. Él y Nyla nunca podrían estar juntos.
Margaret había desaparecido sin dejar rastro de Ulares, borrada como si nunca hubiera existido.
Callie emergió de las profundidades del sótano, con expresión inexpresiva, pero sus ojos delataban una mezcla de frialdad y sutil emoción.
Un guardaespaldas le tendió un pañuelo, que ella aceptó, fijándose en las manchas de sangre inadvertidas en sus dedos antes de limpiarlos eficientemente, con una leve sonrisa en los labios.
«Maneja esto con discreción, no hay necesidad de involucrar a mi padre, ¿entendido?», ordenó, devolviendo el pañuelo con una sonrisa que mezclaba frialdad e intriga.
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