Multimillonario desalmado: Nunca debió dejarla ir - Capítulo 971
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Capítulo 971:
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Una leve brisa entró en la habitación, rompiendo el silencio.
De repente, un recuerdo apareció en la mente de Millie: hacía años, su padre estaba a su lado, guiando sus manos por las teclas del piano mientras tocaban juntos.
«Myron, ¿crees que alguna vez seré tan buena como Millie tocando el piano?», preguntó Ari, rompiendo el silencio con un tono esperanzado e incierto a la vez.
«Acabas de empezar. No hay necesidad de apresurarse», respondió Myron con una risa tranquila y ajustó los dedos de Ari sobre las teclas. «Cada uno aprende a su propio ritmo».
Ari suspiró, con un ligero tono de impaciencia en su voz. «Pero quiero mejorar rápido, para poder jugar ya con Millie».
«Mírate», dijo Myron con una sonrisa. «Quizás le pida a Kevin que te dé más clases particulares, pero solo si prometes que te levantarás temprano para ir a clase», bromeó.
«¡Lo digo en serio! ¡Me levantaré! ¡Ya lo verás!», respondió Ari, negándose a dejar que él dudara de ella. La charla distendida llenó el espacio de calidez, y Millie se sintió reconfortada en silencio por su presencia.
Ese ambiente tranquilo se vio interrumpido cuando Maggie la vio y la llamó. «¡Señorita Bennett!».
Tanto Myron como Ari miraron a la recién llegada.
—¡Millie!
«¡Millie!».
Ambas voces resonaron al unísono.
Millie respondió al saludo con un cálido gesto de cabeza en dirección a Maggie antes de dirigirse hacia la pareja.
Fingiendo sorpresa, Millie preguntó: «¿He interrumpido una sesión de piano?».
«¡Sí! Estamos practicando ahora mismo». Los ojos de Ari se iluminaron.
Sin perder el ritmo, Millie tomó la mano de Ari y Myron se deslizó para hacerle espacio en el banco.
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Esa familiar sensación de calidez invadió a Millie mientras sostenía la mano de Ari, trayéndole el recuerdo de la gentil guía de su padre tantos años atrás.
Una al lado del otro, la pareja tocó una sencilla canción que Ari había aprendido recientemente, y las notas fluyeron a la perfección entre ellos.
Mientras tanto, Myron se apartó para observar, con orgullo brillando en sus ojos.
Cuando la música llegó a su fin, Myron fue el primero en aplaudir, y su entusiasmo llenó la habitación.
«Ha sido precioso», dijo, con su sonrisa tan brillante como siempre.
Una suave brisa levantó las cortinas, pintando el rostro de Myron con una suave luz dorada del sol poniente.
Ari se unió a los aplausos, rebosante de emoción. Millie no pudo evitar sonreír junto a ellos.
Era la sensación de pertenencia que había estado anhelando desde la muerte de su padre. Millie se quedó en el piano con Ari, compartiendo risas y los pasteles que Myron había traído a casa, saboreando la velada hasta que la oscuridad se apoderó del lugar.
Una vez que terminaron de comer, Myron se inclinó y dijo: «Millie, ¿puedes acompañarme al estudio un momento?».
Intuyendo que se trataba de una conversación seria, Millie lo siguió en silencio. Dentro del estudio, Myron desenrolló con cuidado un pergamino decorativo, dejando al descubierto una caja fuerte oculta detrás de él.
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