Multimillonario desalmado: Nunca debió dejarla ir - Capítulo 914
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Capítulo 914:
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Afortunadamente, el destino había llevado a Ari a su mundo destrozado. Ari la había envuelto en calidez y comprensión, y Millie había comenzado lentamente a coser los fragmentos de su espíritu roto. La vida volvía poco a poco a algo parecido a la normalidad.
Ahora, enfrentada a la verdad de que cada gramo de su sufrimiento había sido orquestado con malicia calculada, ¿cómo podía su alma no desbordarse de furia asesina? Los agentes del Grupo Elliott ya estaban peinando la ciudad en su implacable búsqueda de Vivian. Millie ansiaba acorralar a Vivian cara a cara y hacerle pagar el precio más doloroso imaginable por sus crímenes.
En ese momento, su teléfono sonó con un alegre tono de llamada. Una videollamada de Ari iluminó la pantalla.
«Millie, ¿podrías recogerme de mi clase de repostería esta tarde?». Los ojos de Ari brillaban con una preocupación y un afecto apenas disimulados.
Los dedos de Millie se tensaron alrededor del dispositivo con una intensidad que le blanqueó los nudillos. «Por supuesto», respondió sin dudar.
El rostro de Ari se iluminó, revelando sus adorables dientes pequeños en una sonrisa radiante. «Hoy hemos aprendido a hacer galletas. He hecho algunas especialmente para ti», anunció Ari, girando su teléfono para mostrar a la bulliciosa instructora y a sus compañeros de clase trabajando diligentemente al fondo.
Los ojos de Millie comenzaron a llenarse de lágrimas contenidas que amenazaban con derramarse. Frunció el ceño y esbozó una sonrisa temblorosa entre lágrimas.
«Suena maravilloso, Ari. Por supuesto que iré a recogerte y probaré tus galletas», prometió Millie con determinación inquebrantable.
Su voz se redujo a un tierno susurro cuando añadió: «Tienes mi palabra». Con esa declaración, terminó la llamada.
Millie cerró los párpados con fuerza, dejando que las lágrimas cayeran libremente por sus mejillas en silenciosos ríos de angustia. Su mano temblorosa agarraba el teléfono con tal intensidad que sus nudillos se pusieron blancos mientras luchaba por contener la tormenta de emociones que se agitaba en su pecho, sintiéndose incapaz de alcanzar siquiera una apariencia de tranquilidad.
En el espacio reducido del vehículo, Myron observó a Millie sentada a su lado, con los ojos brillantes por las lágrimas de compasión que amenazaban con desbordarse. Comprendió la profunda intensidad de su tormento con sorprendente claridad. Su corazón se compadeció de su sufrimiento. Su cruda agonía y su abrumadora desesperación destrozaron algo fundamental dentro de su pecho.
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Se abstuvo de ofrecer palabras vacías y, en su lugar, extendió la mano para acariciar suavemente y rítmicamente su espalda temblorosa, proporcionándole el único consuelo que podía ofrecerle.
Los agentes del Grupo Elliott ya se habían dispersado por toda la ciudad en su metódica búsqueda de Vivian. Durante esos momentos agonizantes, su único propósito era permanecer firme junto al espíritu herido de Millie.
Más allá de las ventanillas del coche, el cielo se extendía en un brillante esplendor azul, mientras innumerables vehículos y peatones continuaban sus quehaceres diarios por las bulliciosas calles. La metrópolis seguía funcionando sin descanso.
Tras lo que pareció una eternidad de dolor, las lágrimas de Millie finalmente dejaron de fluir sin cesar. Se transformó con una compostura repentina e inquietante que inmediatamente activó las alarmas del instinto protector de Myron. Myron recuperó la caja de pañuelos con cuidadosa precisión, secando las pruebas cristalinas de su dolor con movimientos tiernos y reverentes sobre sus rasgos humedecidos.
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