Multimillonario desalmado: Nunca debió dejarla ir - Capítulo 907
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Capítulo 907:
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«Deja de llorar». El corazón de Millie se aceleró por la preocupación, temiendo inmediatamente que algo le hubiera pasado a Alexia o a Giffard. Suavemente, trató de calmarla. «No te asustes. Solo dime qué pasa. Tómate tu tiempo. Estoy aquí para ayudarte».
«No se trata de mí, Millie. Se trata de ti», espetó Alexia, con la voz quebrada por el dolor.
A pesar de su propia conmoción, Millie seguía más preocupada por Alexia y hacía todo lo posible por consolar a su amiga.
Las siguientes palabras de Alexia la golpearon con fuerza. «Aquello que pasó aquel día en la escalera del hospital, Millie, no fue un accidente. Vivian estaba detrás de todo».
Las lágrimas corrían por el rostro de Alexia mientras se derrumbaba. «Esto sucedió por mi culpa. Fui yo quien la provocó y le dio la oportunidad de hacerte daño. Solo me importaba mi propia pelea, sin darme cuenta de que Vivian me estaba utilizando para atraerte a las escaleras. Ella se aprovechó de eso y, al final… te empujó».
Los sollozos de Alexia se transmitían a través de la línea, crudos y desgarradores incluso desde la distancia.
Paralizada, Millie luchó por asimilar lo que acababa de oír. Una sensación de frío se apoderó de ella, dejando cada parte de su cuerpo entumecida. Sin pensar, se presionó el estómago con la mano libre.
Los recuerdos de aquel día siempre la habían perseguido, pero había intentado mantenerlos encerrados. Ahora, al darse cuenta de que todo había sido planeado desde el principio, cualquier esfuerzo que había hecho por olvidar se desvaneció.
No fue el azar lo que trajo la tragedia a su vida.
No fue un giro del destino lo que provocó ese terrible momento.
No podía librarse de la culpa. Si hubiera estado más alerta, tal vez habría podido proteger a su hija.
Todo lo que veía era su propio error, su incapacidad para ver a través del engaño.
Mientras tanto, Barbara acababa de terminar su llamada con Charles y miró a Millie, con preocupación grabada en su rostro.
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El teléfono de Myron no dejaba de vibrar; el nombre de Brandon seguía apareciendo con cada nueva llamada.
Al escuchar la verdad de Alexia, Myron miró a Millie con una mirada llena de dolor.
Lo único que quería en ese momento era evitar que ella se derrumbara. —¿Millie? —Suavemente, se acercó a ella, con la esperanza de estabilizarla antes de que perdiera completamente el equilibrio.
Justo cuando Myron se acercó a ella, sintió una gota cálida salpicar su mano.
Myron se detuvo, sorprendido, y levantó la vista. Las lágrimas de Millie habían comenzado a caer.
«Millie…», susurró, con la voz temblorosa.
La emoción le oprimía la garganta a Myron y sus ojos se llenaron de lágrimas mientras intentaba secarle las lágrimas con delicadeza, solo para descubrir que seguían brotando.
Una profunda tristeza llenaba su mirada y las lágrimas seguían corriendo por sus mejillas.
Un repentino «ding» rompió el silencio.
El ascensor se detuvo en la planta baja.
Las puertas se abrieron, revelando el bullicioso vestíbulo.
La gente pasaba apresurada, absorta en sus rutinas diarias, completamente ajena a la tormenta que se vivía dentro del ascensor.
Todo lo que había fuera parecía casi irreal en comparación con la pesadez que Millie llevaba consigo.
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