Multimillonario desalmado: Nunca debió dejarla ir - Capítulo 880
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Capítulo 880:
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De repente, una voz atravesó el caos como un cuchillo. «¡Todos atrás y déjenme espacio!». El característico rugido del motor de una motosierra llenó el aire. Alguien había conseguido hacerse con una motosierra y se disponía a cortar la puerta de hierro.
El corazón de la cuidadora parecía que iba a explotar en su pecho. Si cortaban esa puerta, ¿qué impediría que esa multitud enloquecida le apuntara con la misma motosierra? Esa gente estaba tan obsesionada con Vivian que parecía capaz de cualquier cosa.
Tenía que encontrar una forma de ganar tiempo hasta que llegara la ayuda. Era su única oportunidad de salir viva de allí.
«¡Esperen!», gritó desesperadamente a las personas al otro lado de la puerta. «Tengo algo importante que mostrarles…».
«¿Qué tipo de cosa?», exigió la persona que sostenía un teléfono para retransmitir en directo todo el encuentro a miles de espectadores.
La cuidadora abrió la aplicación de grabación de voz de su teléfono, con los dedos aún temblorosos. Deslizó con cuidado el teléfono por el pequeño hueco debajo de la puerta.
Llevaba semanas preparándose para algo así. Siempre llevaba un pequeño dispositivo de grabación en el bolsillo y también utilizaba su teléfono para capturar conversaciones y acontecimientos importantes. Justo ese día, durante la venta benéfica, había grabado todo en su teléfono por precaución.
En un principio, había planeado utilizar estas grabaciones como moneda de cambio con Brandon o Myron, con la esperanza de que le ofrecieran protección a cambio de la información que tenía. Pero ahora, salvar su propia vida era lo primero. Todo lo demás era secundario.
Tendría que reproducir la grabación para las personas que estaban fuera, lo que le daría un tiempo precioso. Después de escuchar lo que había en ella, tal vez empezarían a pelearse entre ellos en lugar de concentrarse en derribar su puerta. Y, por último, dado que a Vivian le encantaba tanto retransmitir en directo, le encantaba montar espectáculos dramáticos y difundir mentiras sobre personas inocentes, la cuidadora pensó que era hora de darle una dosis de su propia medicina. La idea la llenó de rabia y de una sombría satisfacción.
«¡Vosotros me habéis obligado a hacer esto!», gritó a través de la puerta. «¡A pesar de todas las pruebas del mundo, seguís negándoos a ver que habéis estado adorando a la persona equivocada! ¡Preferís culparme a mí antes que afrontar la verdad!».
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Justo al otro lado de la puerta de hierro, uno de los espectadores se abalanzó hacia delante y le arrebató el teléfono a la cuidadora. La pantalla se iluminó, mostrando la ventana de reproducción. Sin dudarlo un instante, la tocó, dejando que la grabación se reprodujera. Para asegurarse de que todos los espectadores que veían la retransmisión en directo pudieran oír cada palabra con claridad, juntó ambos teléfonos y subió el volumen de la grabación al máximo.
Una sinfonía susurrada de estática de fondo crepitó a través de los altavoces, creando una atmósfera cargada de expectación. Justo cuando todos se habían resignado a creer que el elaborado engaño de la cuidadora había llegado a su clímax, la inconfundible voz de Vivian atravesó la neblina electrónica.
«Nuestros productos están mezclados con la mercancía, ¿verdad?». Sus palabras transmitían una urgencia silenciosa, pero resonaban con claridad cristalina a través de la transmisión de audio.
El silencio se prolongó como un cable tenso antes de que la voz de Vivian volviera a sonar. La grabación reveló que estaba claramente enfrascada en una conversación telefónica, habiendo lanzado su primera jugada mientras esperaba la respuesta de su misterioso cómplice.
Dentro del estudio, los seguidores más devotos de Vivian se vieron sumergidos en un mar de desconcierto y temor creciente. Una voz desconcertada rompió el estupor colectivo. «¿Qué productos? ¿Mezclados con qué? ¿A qué se puede estar refiriendo?».
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