Multimillonario desalmado: Nunca debió dejarla ir - Capítulo 832
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Capítulo 832:
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Mientras tanto, el caos se desató en Vivian Floral Design.
La tienda se llenó de gente, cuyas voces se alzaban en forma de preguntas, acusaciones y gritos airados.
Vivian volvió en sí y buscó a Johnny entre la multitud, desesperada por encontrar una salida.
Pero Johnny había desaparecido, engullido por el mar de gente.
Y allí, justo delante de ella, estaba Millie.
—Tú… —comenzó Vivian.
«¿Quieres decir que es falso?», la interrumpió Millie, adivinando sus pensamientos antes de que ella hablara.
Su mirada era firme, negándose a vacilar ante la hostilidad de Vivian.
«Vivian, si me atreví a sacarlo a colación, es porque sé la verdad, y puedo demostrarlo». La voz de Millie era tranquila, pero cada palabra calaba hondo.
Por primera vez, el miedo brilló en los ojos de Vivian.
¿Podría Brandon haberlo visto también?
En un pánico desesperado, Vivian arrebató los documentos de la mesa y los rompió.
«¿Llamabas a esto tu prueba? ¡Ya está! ¡Ahora ya no existe!», gritó, pero las miradas intensas de la multitud la obligaron a dar marcha atrás, buscando una excusa a toda prisa. «¡Eran falsos! Millie, ¿cómo has podido tenderme una trampa así?».
Millie no perdió la compostura. Solo observó los ojos inquietos de Vivian. «Vivian, te di la oportunidad de arrepentirte».
«¡No quiero tu oportunidad! ¡Me estás difamando!», gritó Vivian.
Millie se quedó callada, observándola como se observaría a un animal acorralado. Vivian volvió a arremeter contra ella. «¿Todo esto por ese accidente en la escalera? ¡Estás yendo demasiado lejos!».
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De repente, agarró unas tijeras de podar, con lágrimas en los ojos, falsas, pero dramáticas. «¿Qué quieres que haga para demostrarte que digo la verdad? ¿Acabar con mi vida aquí mismo? Millie, ¡te juro que mi enfermedad es real!», gritó, con la voz quebrada por la desesperación. «Si miento, ¡que la desgracia me golpee!».
Era un juramento imprudente, lo suficientemente dramático como para conmocionar tanto al público presente como a los espectadores que lo veían por Internet. ¿Podría estar diciendo la verdad?
«No hay necesidad de teatralidades», respondió Millie con frialdad, pero sus siguientes palabras helaron la sangre a Vivian.
«Solo hazte un chequeo médico. Cualquier hospital servirá. Si uno no es suficiente, haz dos. Si dos siguen sin ser suficientes, hay innumerables hospitales tanto aquí como en el extranjero. Vivian, si realmente quieres demostrar tu inocencia, esta es la forma más sencilla».
El rostro de Vivian se quedó paralizado.
Sus labios se movieron, pero no salió ningún sonido.
La mirada tranquila de Millie era como un trueno que retumbaba en la sala, sacudiendo las dudas de la multitud.
«¡Sí! Si realmente está enferma, que se haga las pruebas», murmuró alguien. Los demás asintieron.
La solución de Millie no dejaba lugar a trucos ni excusas: cualquier hospital, en cualquier lugar. Vivian se tensó y miró con ira a Millie, cuyo silencio tenía más peso que cien acusaciones.
Sabía que no podía salir del paso con argumentos.
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