Multimillonario desalmado: Nunca debió dejarla ir - Capítulo 815
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Capítulo 815:
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Su voz parecía fracturarse bajo un peso invisible, y se limitó a mirar fijamente al ojo inmutable de la cámara, con un silencio cargado de penas tácitas y dolor ajeno.
Finalmente, se llevó la palma de la mano a los labios y lloró como si su universo se hubiera hecho añicos en fragmentos irreparables.
La preocupación se extendió como la pólvora entre la multitud reunida. «Vivian, ¿qué te preocupa? ¿Ha pasado algo malo? ¡Comparte tu carga con nosotros y la soportaremos juntos!».
Vivian se secó las lágrimas de las mejillas y negó con la cabeza con resignación. «Este asunto tiene poca importancia en el gran esquema de las cosas. Es algo inevitable, algo que siempre fue…».
Reunió lo que parecía ser una valiente aceptación, con una sonrisa vacilante y una valentía fingida. «Mi enfermedad avanza más rápidamente de lo que sugerían las predicciones médicas. Es posible que no sobreviva hasta la fecha que te prometí anteriormente».
La multitud reunida estalló en caos y angustia. Los devotos admiradores de Vivian se secaban las lágrimas que brotaban de sus ojos, con el dolor grabado en sus rostros.
«Por favor, no me lloréis», continuó Vivian, con voz firme a pesar de la actuación. «Este capítulo marca el final de mi historia. Tanto si me queda un día más como si me queda uno menos, las matemáticas de la mortalidad no cambian. Es simplemente que…».
Dirigió su mirada directamente a la lente de la cámara, encarnando una belleza trágica envuelta en una vulnerabilidad etérea.
«Esperaba demostrar cómo alguien lucha durante sus últimos días en la Tierra, con la esperanza de que mi lucha pudiera encender la fuerza en otros… pero ahora simplemente no puedo continuar esta batalla».
La sonrisa de Vivian temblaba entre sus lágrimas y, bajo la iluminación y los ángulos de cámara cuidadosamente orquestados, parecía increíblemente frágil, como porcelana a punto de romperse.
«Les ofrezco mis más sinceras disculpas», susurró Vivian, inclinándose con profunda reverencia teatral.
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Cuando levantó la cabeza, su voz llegó a la cámara con la precisión de una espada que da en el blanco. «Millie, cuando me vendiste esa canción, «Glimmer of Love», me preguntaste con cruel deleite si se convertiría en mi canto fúnebre. No pudiste reprimir tu ansia por mi muerte, ¿verdad? Bueno, aquí tienes tu reivindicación: tu retorcido deseo se ha hecho realidad. Mi último aliento se acerca».
Las palabras flotaban en el aire como el humo de una llama moribunda. La compostura de Vivian se desmoronó cuando «accidentalmente» perdió el control de su conciencia, llevándose la mano a la boca en un aparente gesto de angustia. Unos fuertes brazos la sujetaron inmediatamente, y cuando retiró la mano, sus labios y sus dedos temblorosos estaban manchados de carmesí.
En ese instante electrizante, gritos desesperados de preocupación y súplicas angustiadas para que se aferrara a la vida estallaron desde todas las direcciones a su alrededor.
En lo más profundo de su pecho, Vivian saboreó el embriagador sabor de la victoria que corría por sus venas.
Había dominado el antiguo arte de avanzar mediante la retirada, convirtiendo la aparente debilidad en su mayor arma. Este único momento teatral destrozaría todos los argumentos en su contra y reconstruiría su narrativa desde las cenizas.
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