Multimillonario desalmado: Nunca debió dejarla ir - Capítulo 813
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Capítulo 813:
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Mientras la tetera hervía, Millie echó un vistazo a las últimas novedades de Sevilla. La institución local había empezado a aprovechar el allanamiento de Giffard como excusa para seguir subiendo los precios. Frunció el ceño con cierta frustración. Ya habían llegado a un acuerdo, pero la otra parte claramente se lo había replanteado y seguía añadiendo nuevas exigencias.
Millie sabía que ceder demasiado fácilmente solo les animaría a pedir más. No era ingenua; todos entendían que la otra parte utilizaría el robo en su beneficio, pero ella había venido preparada. Tras hacer una pausa para ordenar sus ideas, Millie redactó un mensaje y se lo envió a su contacto. Si pensaban que podían manipularla, se llevarían una sorpresa.
Mientras tanto, en un callejón sombrío, un hombre compró dos sándwiches y una taza de café a un vendedor ambulante.
«Son ocho dólares», dijo el vendedor, tan alegre como siempre.
El hombre pagó y luego se apoyó contra una pared cercana, comiendo su desayuno mientras veía la transmisión en vivo del evento benéfico de Vivian en su teléfono.
La cara de Vivian parecía pálida pero decidida en la pantalla, y mientras pasaba distraídamente un dedo por la pulsera de su muñeca, una sonrisa escalofriante se dibujó en su rostro.
En el hospital, dentro de una sala tranquila, alguien yacía completamente inmóvil en la cama. Se trataba de un paciente en coma prolongado, cuyo estado era consecuencia de un accidente de coche ocurrido meses atrás.
El caos y la agitación de los últimos días no significaban nada en su mundo silencioso.
Bip, bip…
El monitor cardíaco emitía un suave y rítmico pitido.
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Su esposa estaba sentada a su lado, secándose los ojos mientras lloraba en silencio.
«¿Cuándo vas a despertar? Si sigues así, ¿qué será de mí y de nuestro hijo? Escucha, si no te recuperas pronto, ¡quizás tenga que casarme con otra persona solo para salir adelante! Por favor, despierta…».
En ese preciso momento, y sin que nadie se diera cuenta, uno de los dedos del hombre se movió ligeramente.
Mientras tanto, la venta benéfica continuaba, el tiempo avanzaba sin pausa y Vivian se encargaba de gestionar el bullicioso evento.
Con el entusiasmo de la multitud en su punto álgido, Vivian hizo que Eugene repusiera continuamente las mesas con artículos nuevos.
Vivian también daba la bienvenida a cualquiera que quisiera apoyar la causa.
«Si quieren participar y traer algo para vender, por favor, háganlo», anunció. «Son libres de donar todo o solo una parte de las ganancias. Cada pequeño gesto ayuda».
Vivian se secó la frente, miró a la cámara y esbozó una sonrisa brillante y ensayada. «Es un verdadero honor que mis esfuerzos puedan marcar la diferencia para los más necesitados».
Su entusiasmo brillaba en la pantalla y se contagiaba rápidamente a quienes la veían.
Pronto, la gente comenzó a llegar con sus propios artículos para la venta, muchos de los cuales Vivian ya había preparado con antelación, dando un claro ejemplo para que otros se unieran.
Con la incorporación de más y más participantes, la venta benéfica cobró rápidamente impulso y su influencia siguió creciendo de forma positiva.
A medida que avanzaba el evento, la opinión pública en Internet comenzó a cambiar a favor de Vivian.
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