Multimillonario desalmado: Nunca debió dejarla ir - Capítulo 803
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Capítulo 803:
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De repente, los recuerdos de Darden lo llevaron de vuelta a aquella conversación crucial en la que se había atrevido a abordar este delicado tema con Alyssa. Su reacción se había grabado en su conciencia con una intensidad inolvidable.
Ella lo había mirado con esa mirada sarcástica que la caracterizaba y había declarado: «Brandorv se ha ganado cada uno de sus sufrimientos».
Cuando Darden abrió la boca para dar más detalles, ella cortó sus palabras como una espada. «Tú también te has ganado el tuyo. ¡Ahora, fuera de mi vista!».
Un familiar latido resonó en las sienes de Darden mientras el peso de sus palabras se apoderaba de él una vez más.
Las horas pasaban a un ritmo agonizante.
La mansión Elliott se alzaba majestuosa bajo el cielo vespertino. Los rayos plateados de la luna se filtraban por las altas ventanas, pintando el dormitorio con tonos etéreos y fantasmales.
Millie descansaba en un sueño tranquilo, con una respiración constante y rítmica.
Sin previo aviso, su cuerpo se sacudió violentamente cuando la conciencia la invadió como una ola. Se incorporó de un salto, con los pulmones luchando desesperadamente por oxígeno mientras su pecho se agitaba con jadeos de pánico.
«¿Millie?». La tierna voz envolvió su nombre como la seda, mientras unos dedos suaves trazaban círculos relajantes sobre su espalda temblorosa.
Se giró hacia el sonido, su visión borrosa se fue agudizando gradualmente hasta enfocar el rostro de Myron, profundamente marcado por la preocupación.
«¿Otra de esas pesadillas?», susurró Myron suavemente, pasando los dedos por su cabello revuelto con infinita ternura.
Millie asintió con la cabeza, cansada.
Aunque ahora había aprendido a enfrentarse a Brandon con compostura, a permanecer en su presencia sin derrumbarse, su psique herida se negaba a sanar solo con fuerza de voluntad.
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Aun así, el progreso logrado en los últimos días la llenaba de una tranquila esperanza.
En ese preciso momento, al observar los cuidados atentos de Myron mientras le secaba el sudor con infinita ternura, descubrió un oasis de tranquilidad en medio de su tormenta.
—Myron… —Sus dedos se cerraron alrededor de su muñeca, deteniendo el suave movimiento.
—¿Qué pasa? —Sus cejas se fruncieron en esa familiar expresión de interrogación. Ella estudió sus queridos rasgos mientras emociones demasiado complejas para expresarlas con palabras bailaban detrás de su mirada.
—Gracias por todo lo que me has dado estos días tan preciosos —susurró—. Lo digo en serio.
Myron abandonó la toalla y acunó su rostro entre sus palmas mientras se deleitaba con su imagen.
Antes de que el pensamiento racional pudiera intervenir, se encontró inclinándose hacia adelante, con su boca buscando la de ella en un beso nacido del puro instinto.
La atmósfera de la habitación se encendió al instante mientras él sostenía su rostro cautivo, saboreando la dulzura de sus labios con reverente ansia.
«No tienes que darme las gracias», murmuró tras una eternidad de conexión. «Nunca».
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