Multimillonario desalmado: Nunca debió dejarla ir - Capítulo 72
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Capítulo 72:
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No fue dramático. Pero perduró. Suave, luego agudo, y luego desapareció, como el humo. Sin embargo, permaneció contigo.
Brandon entrecerró los ojos mientras miraba más de cerca. La mujer en el escenario vestía un traje rojo rosado que se agitaba como llamas. Su figura y su estilo no encajaban con Millie. No podía ser Millie.
A medida que avanzaba la actuación, el suave murmullo se intensificó, elevándose en un crescendo hasta que la voz de Millie irrumpió, clara, feroz, rompiendo el silencio y llevando la canción a su punto álgido.
Las luces se encendieron. El fuego estalló alrededor del escenario. Entonces todo se oscureció.
Se encendió un único foco. Millie estaba en el centro, sosteniendo un violín. Los pétalos caían desde arriba, flotando a su alrededor como nieve.
Entonces llegó la música. No era suave. No era dulce. Atravesó la sala, dolorosa y hermosa. Ella tocaba con su vestido rojo.
El foco se desplazó, revelando sus brazos, su clavícula, sus hombros… moretones. Apenas cubiertos con maquillaje, se revelaban bajo la luz. Marcaban su piel, más visibles cerca de las articulaciones, parches ásperos que contaban la historia de profundas heridas.
Juntas, la música y la imagen impactaron al público. Las llamas que la rodeaban no eran solo un efecto. Era un regreso. Era una mujer renacida. Un fénix que resurgía de sus cenizas.
Millie estaba de pie bajo las luces, vestida de rojo intenso, con el violín apoyado en el hombro. Cada nota que tocaba se grababa en el aire. La música se intensificaba, aguda e implacable, y ni una sola mirada se apartó.
Para los que la observaban, ahora era más que una intérprete: era alguien que había atravesado el fuego y había salido resplandeciente.
Incluso después de que la última nota se desvaneciera y las llamas se sumergieran en el silencio, el público permaneció inmóvil, cautivo por el peso de lo que acababa de presenciar.
Millie bajó lentamente el violín y levantó la mirada justo a tiempo para ver a Brandon cerca. Sus ojos se encontraron. Brandon frunció ligeramente el ceño.
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Su corazón latía más fuerte de lo que debería. Tal vez fuera la intensidad de la actuación. O tal vez fuera otra cosa. Había algo en ella. Peligroso. Distante. Pero imposible de apartar la mirada.
Entonces comenzaron los aplausos, fuertes, crecientes como una ola, ahogando el silencio. Rodeado por los aplausos y vítores que llenaban el aire, fue Brandon quien apartó la mirada primero, dándole la espalda en silencio.
«Gracias», dijo Millie en voz baja desde el escenario, con voz firme, casi demasiado tranquila para lo que acababa de suceder.
Brandon miró a Charles, que parecía emocionado. Pero Brandon solo podía pensar en los moretones de ella. ¿Qué tipo de hombre dejaba que su mujer sufriera así y parecía más concentrado en la canción que en su dolor?
Aun así, se recordó a sí mismo que no era asunto suyo. Ella no era su mujer. Sin mirar atrás, Brandon se dio la vuelta y se marchó.
En el escenario, Millie hizo una profunda reverencia al público y siguió las indicaciones del personal para salir.
Fuera del escenario, Barbara se acercó corriendo, casi saltando. «¡Serena, ha sido increíble! ¡De verdad, se me ha puesto la piel de gallina!», dijo, agarrando la mano de Millie.
Millie se estremeció un poco, pero le dedicó una pequeña sonrisa. «Gracias».
Solo había descansado tres días. No era suficiente. Antes, había permanecido sentada todo lo que había podido. Pero allí arriba, en el escenario, no se había contenido. Ahora, su cuerpo le estaba pasando factura.
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