Multimillonario desalmado: Nunca debió dejarla ir - Capítulo 715
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Capítulo 715:
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«El conductor la llevó sana y salva a casa. Ahora descansa plácidamente en su dormitorio», dijo Myron con reconfortante certeza.
Millie sintió una oleada momentánea de alivio antes de sumirse en un silencio contemplativo.
A pesar de comprender que estaba a salvo, el terror seguía apoderándose de su cuerpo con garras implacables, como si su propia fisiología hubiera sufrido una alteración permanente.
Millie logró dar un sorbo tentativo al agua reconfortante mientras Myron hacía una señal al personal doméstico para que trajera alimentos nutritivos.
Le presentaron un cuenco humeante de sopa fácil de digerir y rica en vitaminas, preparada específicamente para su recuperación.
El apetito de Millie había desaparecido por completo, lo que le permitió consumir solo varias cucharadas a regañadientes antes de abandonar por completo el esfuerzo.
«No pasa nada. Lo intentaremos de nuevo cuando te sientas mejor». Myron le habló con infinita ternura, ofreciéndole palabras de suave ánimo y comprensión. Finalmente, Millie se rindió al agotamiento y se sumió en un sueño intranquilo.
Sin embargo, la paz resultó esquiva, ya que unas visiones de pesadilla destrozaron su descanso en cuestión de horas. El sudor empapaba su ropa mientras vívidos flashbacks la transportaban de vuelta a aquel maldito apartamento, donde Brandon la había sometido a violaciones indescriptibles contra su voluntad desesperada.
«Millie, estoy aquí, a tu lado». Myron mantuvo su presencia inquebrantable junto a su cama, agarrándole la mano como si fuera un ancla. «Recuerda, soy Myron».
El pecho de Millie subía y bajaba con violentos espasmos, y su corazón amenazaba con salirse de su caja torácica.
Rastro de lágrimas saladas se deslizaban por sus mejillas mientras Myron las secaba con ternura con pañuelos suaves.
«Nunca te abandonaré», declaró Myron con absoluta convicción. «Siempre estaré a tu lado».
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El entorno que les rodeaba parecía onírico y surrealista, pero su cálido contacto proporcionaba una realidad innegable y reconfortante.
La solución intravenosa contenía compuestos sedantes cuidadosamente dosificados. Poco después, Millie volvió a rendirse al inconsciente inducido por la medicación.
Myron humedeció un paño limpio con agua tibia y le secó suavemente el sudor de la piel febril, mientras su frente permanecía arrugada por una profunda preocupación. A lo largo de las interminables horas de la noche, Millie se despertó repetidamente en un estado de puro terror.
Cada vez que salía del sueño, se producía otro devastador ataque de pesadillas. Parecía estar perpetuamente atrapada en esa prisión mental, luchando desesperadamente por escapar de sus cadenas psicológicas.
La misma horrible escena se repetía con implacable persistencia, atrapándola en un ciclo interminable de miedo, agonía física y abrumadora impotencia.
Pero cada vez que recuperaba la conciencia, Myron mantenía su vigilia. Sus dedos permanecían entrelazados con los de ella, mientras su voz le ofrecía un constante consuelo con su presencia.
Mantuvo su vigilancia protectora hasta que los primeros rayos del amanecer pintaron el cielo con una luz suave.
Cuando Millie abrió los ojos para dar la bienvenida al nuevo día, la luz del sol entraba a raudales por las ventanas del dormitorio. Girándose ligeramente, encontró a Myron todavía allí, con los ojos enrojecidos por la vigilia insomne.
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