Multimillonario desalmado: Nunca debió dejarla ir - Capítulo 711
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Capítulo 711:
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Las convulsiones parecían haberse instalado de forma permanente en su frágil cuerpo.
Myron recuperó su teléfono y envió un mensaje urgente al médico de cabecera de la familia.
Algo profundo se había fracturado en su psique: necesitaba atención médica inmediata desesperadamente.
La silueta familiar de la mansión apareció a través del parabrisas antes de lo esperado.
La secretaria condujo directamente hasta la entrada privada y Myron volvió a coger a Millie en brazos y la llevó al umbral de su santuario.
—Myron, ¿has encontrado a Millie? —Ari se apresuró a acercarse, con el rostro joven marcado por la ansiedad.
Myron asintió con la cabeza y luego la negó gravemente, con el peso de verdades tácitas reflejadas en su expresión.
—Sí, la he encontrado, pero ahora mismo está pasando por un momento muy difícil, cariño. ¿Te importaría pasar un rato con Maggie por ahora?
Ari percibió inmediatamente la gravedad de la situación y asintió obedientemente, aunque su mirada preocupada no se apartó del cuerpo inmóvil de Millie.
Myron llevó a Millie arriba, a su dormitorio, y la acostó con cuidado sobre el colchón antes de retirar con delicadeza la sábana protectora.
«Millie, ¿puedes oír mi voz?», le dijo Myron con infinita ternura.
Millie se negó a levantar la cabeza o reconocer su presencia; simplemente se abrazó a sí misma con fuerza, formando una fortaleza impenetrable de extremidades y tristeza.
Myron sintió como si unas garras invisibles…
Poco a poco, Myron sintió como si el dolor le estuviera desgarrando el corazón. Trajo una palangana llena de agua tibia y relajante, empapó un paño suave y se acercó con infinita paciencia.
«Millie, ¿puedo limpiarte las manchas de sangre?».
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Las manchas carmesí de Brandon aún manchaban su rostro, mezclándose grotescamente con las huellas saladas de sus lágrimas.
Millie finalmente levantó la cabeza con un enorme esfuerzo, aunque las palabras seguían estando fuera de su alcance. Myron comenzó a limpiarle la piel con el paño humedecido, moviéndose con precisión quirúrgica.
Ella se estremeció instintivamente, pero ya no soltó esos gritos desgarradores.
Myron continuó con sus cuidados con manos firmes mientras ella permanecía completamente inmóvil. Solo quedaban sutiles temblores, evidencia de su confusión interior.
Myron soltó un suspiro tembloroso: ella había estado atrapada en ese temblor constante desde aquel maldito apartamento.
Sus ojos ardían con lágrimas contenidas mientras enjuagaba y escurría el paño, y luego reanudaba sus tiernos cuidados en su rostro maltrecho.
Después de eliminar todo rastro de sangre de sus rasgos, pasó a ocuparse de las manchas de su cuello y pecho.
Cada suave caricia la hacía estremecerse por reflejo, pero ella observaba cada uno de sus movimientos, como si solo una vigilancia constante pudiera confirmar su identidad y sus intenciones.
Una vez que las pruebas carmesí desaparecieron por completo, Myron sacó un pijama limpio de su cómoda.
«Descansa en paz ahora», murmuró Myron con tranquilizadora convicción. «Deja que todo se desvanezca hasta que solo quede la paz. Millie, esta pesadilla por fin ha terminado».
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