Multimillonario desalmado: Nunca debió dejarla ir - Capítulo 709
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Capítulo 709:
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La mirada de Myron se posó en la hebilla del cinturón aflojada de Brandon, y un terror helado se apoderó de su pecho. Si hubiera llegado unos minutos más tarde…
Los gritos inconscientes de Millie seguían resonando en la habitación, interrumpidos por susurros desesperados que le partían el corazón. «Por favor, no… que alguien me ayude…».
Myron propinó una última patada demoledora en la pierna de Brandon, asegurándose de que quedara inmovilizado temporalmente, y luego corrió hacia la cama donde yacía Millie, atada y destrozada.
Pero el terror le había robado por completo la capacidad de reconocerlo.
«¡Millie!».
Myron le tomó el rostro entre sus temblorosas manos, desesperado por anclarla a la realidad. En el momento en que sus dedos tocaron su piel, otro grito espeluznante salió de su garganta.
Myron sintió que su corazón se rompía en mil pedazos.
«Soy yo, Millie, es Myron quien te habla». Las lágrimas brotaron de sus ojos inyectados en sangre mientras las emociones lo abrumaban.
La rabia, la angustia y la culpa aplastante se arremolinaban en su interior, amenazando con destrozarle la mente.
«Él ya no puede hacerte daño, me he asegurado de ello», susurró Myron con voz quebrada. «Ahora estás a salvo, Millie. Estás a salvo».
Pero Millie seguía atrapada en su terror, incapaz de reconocer la identidad de Myron. Todo su cuerpo temblaba incontrolablemente mientras las lágrimas se mezclaban con la sangre de Brandon, pintando trágicas rayas en su rostro.
«Ahora todo va a salir bien, Millie. Te lo prometo». Las lágrimas brotaban de las mejillas de Myron mientras luchaba por mantener la voz firme.
«Millie, no dejes que el miedo te consuma. Estoy aquí contigo», murmuró con infinita ternura. «Millie, soy Myron. Intenta recordarme: Ari todavía depende de ti y aún debemos descubrir la verdad detrás del asesinato de tu padre James. Tienes que luchar para superar esto».
Las lágrimas de Millie continuaron cayendo sin cesar, y solo vaciló ligeramente cuando los nombres de Ari y James llegaron a sus oídos.
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Su pecho subía y bajaba con dificultad mientras violentos temblores hacían que sus dientes castañeteasen como castañuelas en invierno.
Poco a poco, giró la cabeza con una nueva conciencia y se concentró en el rostro de Myron.
«Myron…», su voz apenas era un susurro, áspera y dañada.
«Sí, soy yo», confirmó Myron, con los ojos aún enrojecidos por las lágrimas contenidas. Millie apretó los ojos con fuerza y dejó escapar unos débiles sollozos desconsolados que resonaron en la habitación.
«Ya se ha acabado, estoy aquí y no dejaré que nadie te vuelva a hacer daño». La voz de Myron se quebró por la emoción mientras comenzaba a arreglarle la ropa desaliñada. La sangre de Brandon aún manchaba su pálida piel, y unas marcas de dientes enfurecidos rodeaban el lunar de su pecho como una grotesca marca de nacimiento.
Al presenciar esta violación, Myron lanzó otra patada salvaje al cuerpo encogido de Brandon.
Trabajó con delicada precisión, ayudando a Millie a ponerse la ropa interior y alisándole la falda. Pero su blusa estaba más allá de toda salvación: todos los botones habían sido arrancados, dejando la tela hecha jirones.
El cuerpo de Millie aún temblaba por las réplicas del terror, y Myron se dio cuenta de que tenía que sacarla inmediatamente de aquella cámara de los horrores.
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