Multimillonario desalmado: Nunca debió dejarla ir - Capítulo 704
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Capítulo 704:
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No era una mujer irrazonable.
Si Vivian les hubiera ayudado de verdad de alguna manera significativa, Millie habría estado dispuesta a recompensarla.
Los ojos de Brandon se nublaron de pena.
«No sirve de nada», murmuró. «Lo único que ella quiere es eso».
Ante eso, Millie se reafirmó en su decisión.
«Si esa es la decisión que has tomado, entonces adelante, construye tu vida con ella».
—No quiero una vida con ella —dijo Brandon con firmeza—. Solo necesito sobrevivir estos seis meses, pero…
«¿Pero qué?», preguntó Millie con una sonrisa burlona. «¿Pero no estoy aquí esperando como pensabas que estaría?».
La luz de la lámpara del dormitorio se reflejó en la boca apretada de Brandon, y el cansancio de sus rasgos le hacía parecer años mayor.
Millie soltó una risa que se rompió a mitad de camino, y sus lágrimas brotaron más rápido con cada sonido.
Los recuerdos de lo que una vez tuvieron y de todo lo que habían perdido parecían fantasmas que nunca volverían.
Ella le había ofrecido innumerables oportunidades y más tiempo del que se merecía, solo para que él la fallara una y otra vez.
Ahora, sus palabras hacían parecer que era ella quien lo había arruinado todo.
Brandon movió la mano para secarle las lágrimas, pero ella apartó la cara, rechazando el gesto.
—Brandon —dijo en voz baja, con la mirada fija en la mesita de noche—. No podemos volver a ser lo que éramos.
Empujó el colchón para levantarse. —Déjame ir. Tengo que recoger a Ari.
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En cambio, él le presionó con fuerza el hombro, impidiéndole levantarse.
«No te voy a dejar marchar», dijo con voz firme y decidida.
En su mente, dejarla marchar significaba verla caer en la vida de Myron, compartir su hogar, su cama y la intimidad que antes solo pertenecía a Brandon.
Esa idea se retorció dentro de él hasta quemarlo.
—¡Brandon! —exclamó Millie, con la voz elevada, dejando traslucir su frustración.
Él no aflojó el agarre, sujetándola como si fuera a desaparecer en cuanto la soltara.
Su otra mano se extendió hacia la caja fuerte que había junto a ellos.
—Nunca le di esta piedra de tanzanita a Vivian —dijo, con un deje de tristeza en la voz mientras abría la palma de la mano.
—Millie, ¿podemos empezar de nuevo? Podríamos usar esta piedra para las joyas de Ari o guardarla como la piedra natal de nuestro futuro hijo. Me esforzaré más y tendremos hijos. Cada palabra sonaba con gran determinación.
Bajo la luz, la tanzanita azul brillaba como algo precioso, pero lo único que conseguía era hacer que el dolor se adentrara más en el corazón de Millie.
«¡Nunca tendré hijos contigo!», gritó ella, con las lágrimas corriéndole sin control por las mejillas.
Las imágenes de aquella noche volvieron a su mente: la escalera, la luz tenue y la sangre acumulada en el suelo.
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