Multimillonario desalmado: Nunca debió dejarla ir - Capítulo 583
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Capítulo 583:
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El agua de la piscina estaba helada. Era finales de otoño. Una exposición prolongada provocaría una hipotermia mortal y, en poco tiempo, acabaría con su vida. Incluso sobrevivir le garantizaría una enfermedad grave y daños permanentes.
Pero eso no era lo peor. Mientras flotaba allí, temblando, con los labios azulados, ocurrió algo más. Sangre. El rojo floreció en el agua a su alrededor, oscuro e impactante.
En ese momento, la confusión lo consumió por completo. ¿Por qué había sangre?
No había heridas visibles en su piel; ninguna bala había dado en el blanco.
¿Quizás el hielo le había desgarrado la carne con sus bordes afilados como cuchillas?
Su expresión reflejaba su confusión, hasta que de repente comprendió algo y pareció darse cuenta de una terrible verdad que él aún no podía comprender.
De repente, el caos rompió el silencio.
—¡Millie! —gritó alguien angustiado.
Brandon entró en ese mismo instante. El asistente de Egbert le seguía de cerca, con el contrato recién impreso en la mano.
Sin pensarlo dos veces, Brandon se zambulló directamente en las frías profundidades de la piscina. Con manos rápidas, sacó a Millie del agua helada. El color carmesí se arremolinaba en la piscina, su sangre manchaba a Brandon mientras luchaba por mantenerla estable.
Todos los presentes en la habitación se quedaron paralizados. La conmoción y el miedo se reflejaban en todos los rostros.
Arriba, la calma del dormitorio de Serenity Villa ofrecía un marcado contraste. Egbert miró a Brandon y dijo: «¿Quieres saber qué pasó después de que te fueras? Ahora ya lo sabes».
Una fila de botellas vacías daba una idea de lo mucho que había bebido Egbert, y había una mirada vidriosa en sus ojos.
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Levantando la cabeza, Egbert fijó su mirada en Brandon, que parecía a punto de derrumbarse, con los ojos enrojecidos.
A Egbert se le escapó una risa amarga.
«Créeme, no es una historia complicada», dijo Egbert, frunciendo el ceño. La luz del sol que entraba por la ventana hacía que sus ojos brillaran con un extraño resplandor rojo.
«Ella confió en ti, te amó más de lo que imaginas y lo arriesgó todo por ti. ¿Acaso eso no significa nada para ti?», preguntó Egbert. El viento le levantó el pelo mientras continuaba: «Después de que la salvaras del agua aquel día, lo primero que hizo fue recordarme que firmara el contrato. Ella realmente se preocupaba por ti».
Un estruendo repentino rompió el silencio.
Al instante siguiente, Brandon se lanzó de la cama, agarró a Egbert por el cuello y lo empujó con fuerza contra la pared blanca.
Los vasos y las botellas se cayeron, y el vino tinto se derramó por el suelo como sangre derramada.
Esa mancha oscura le trajo el recuerdo de la hemorragia interminable de Millie. Los ecos de su risa y el sonido de sus sollozos entrecortados permanecían en sus pensamientos.
El rostro de Brandon se retorció de dolor y las lágrimas amenazaron con brotar de sus ojos.
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