Multimillonario desalmado: Nunca debió dejarla ir - Capítulo 541
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Capítulo 541:
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«Myron», comenzó, acunando al gato contra su pecho, «he conseguido un lugar propio y planeo mudarme pronto. ¿Cuándo crees que estarás listo para traer a Ari y Millie aquí para quedarse?».
Aunque Adriana tenía su propia casa, Jayceon había compartido esta mansión con Myron durante años, un arreglo natural, ya que él era el más joven de su unida familia.
Los dedos de Myron encontraron el punto dulce debajo de la barbilla de Kiki y la acariciaron suavemente mientras pensaba en su respuesta. «Eso podría requerir más tiempo del que esperábamos. Millie aún necesita más preparación».
Jayceon lo reconoció con un lento movimiento de cabeza, aunque la confusión se reflejó en su rostro.
«¿Y cómo van las cosas entre tú y la señorita McCoy?», preguntó Myron con estudiada naturalidad.
Jayceon negó con la cabeza de forma inmediata, casi frenética.
«No hay nada entre nosotros, son solo rumores sin fundamento que circulan sin base alguna», murmuró, con las palabras entremezcladas por la vergüenza.
Myron lo miró con una mirada penetrante, esbozó una sonrisa cómplice y decidió no seguir con el tema.
Mientras tanto, al otro lado de la ciudad, en el elegante vestíbulo del hotel, Egbert apenas había cruzado el umbral cuando el recepcionista se le acercó con cortesía profesional. —Señor Pérez, hay alguien esperándole arriba.
A Egbert le pareció extraño. No esperaba a nadie. ¿Quién podría estar buscándolo?
Agradeció la información con un gesto pensativo y se dirigió al ascensor, mientras su mente barajaba las posibilidades.
Al llegar a la entrada de su suite, el misterio se resolvió por sí solo: Babette estaba esperando en el pasillo.
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Sin hacer ningún movimiento para abrir la puerta, Egbert se dirigió directamente a ella:
«¿Qué circunstancias urgentes la traen a mi puerta a estas horas?».
Babette se levantó con elegancia de su posición de espera; ese día había elegido su atuendo con especial cuidado y atención estratégica a los detalles.
Sostenía una caja decorativa ornamentada en sus manos cuidadas y levantó la tapa para revelar una elegante botella de vino tinto intenso envuelta en un acolchado de seda.
«Quería hacerte este regalo», explicó Babette con voz cálida y ensayada. «Esta cosecha procede del viñedo privado de mi familia y tiene un significado especial para mí. Espero que también te guste su sabor».
Egbert examinó el vino con interés mesurado antes de aceptarlo de sus manos extendidas.
«Muy bien, aceptaré tu ofrenda», dijo con formal cortesía. «Te agradezco tu amabilidad, ya puedes marcharte».
Se giró hacia la puerta con un movimiento decidido, con la llave ya en la palma de la mano, dispuesto a desaparecer en el interior.
—Egbert —la voz de Babette resonó con desesperada urgencia, interponiéndose directamente en su camino para bloquear su retirada.
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