Multimillonario desalmado: Nunca debió dejarla ir - Capítulo 504
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Capítulo 504:
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Observó cómo descendía el ascensor. Luego se agachó, recogió el pañuelo arrugado y lo tiró a la basura.
Tras un momento de silencio, salió de la escalera y se detuvo ante la puerta de Millie.
Llamó dos veces, suavemente.
La puerta se abrió unos segundos después. Millie estaba frente a él.
«Está todo arreglado», dijo Myron con una sonrisa tranquila. «No volverá».
Millie miró hacia el pasillo, en dirección al ascensor. Luego asintió con la cabeza. «Gracias».
—Descansa un poco —le dijo él. Su voz era suave, pero no se acercó más.
—Buenas noches.
«Tú también», dijo ella. «Buenas noches».
Luego dudó y añadió en voz baja, con la mirada baja: «Ya te lo he dicho, pero… gracias de nuevo».
Esta vez, su sonrisa se hizo más profunda. «No tienes que darme las gracias, tonta».
Ella lo miró. Bajo la cálida luz que emanaba de su apartamento, él parecía tranquilo y sereno. Algo en él la hizo sentir insegura de lo que estaba sintiendo.
«Deberías irte», dijo ella. «Ten cuidado al volver».
Él asintió, le dirigió una última mirada y se dio la vuelta para marcharse.
Millie se quedó en la puerta y lo vio entrar en el ascensor. No se movió durante un rato. Solo después de que se cerraran las puertas se dio la vuelta lentamente, entró y cerró la puerta detrás de ella.
En otro lugar, Brandon atravesaba la ciudad a toda velocidad. Las palabras que Myron había dicho resonaban en su mente, una y otra vez, haciéndole daño.
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¿Amaba a Millie?
Por supuesto que sí. ¿Cómo no iba a hacerlo?
El sonido del motor del coche le parecía lejano, amortiguado por el peso que sentía en el pecho.
Conducía sin rumbo fijo, sin saber adónde iba. Todo se le escapaba de las manos y no tenía forma de detenerlo. Sentía un dolor profundo e implacable y no sabía cómo escapar de él.
Recordó lo que había dicho antes, lo bajo que había caído. No podía dejar de pensar en ella: sus lágrimas, su risa, su tímida sonrisa, su voz temblorosa susurrando su nombre durante largas y íntimas noches.
¿Cómo se había desmoronado todo?
Ya ni siquiera se reconocía a sí mismo.
Las luces de la ciudad se desvanecieron al llegar a las afueras. La carretera estaba vacía. Pisó el freno con fuerza.
El coche derrapó hasta detenerse en la oscuridad del campo. Solo el sonido de los insectos llenaba el aire.
Se inclinó hacia delante, con la frente apoyada en el volante. Las lágrimas le rodaban por la cara.
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