Multimillonario desalmado: Nunca debió dejarla ir - Capítulo 456
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Capítulo 456:
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La atención de Millie se centró en Babette, con una expresión inquietantemente tranquila. «Sabes que Brandon y yo hemos disuelto legalmente nuestro matrimonio, ¿verdad?».
«¿Y qué relevancia tiene eso?», replicó Babette.
«¿Te has enterado por mi publicación en las redes sociales?», insistió Millie, con un tono aparentemente casual.
«Exactamente», respondió Babette, con voz tensa mientras luchaba por contener la furia que ardía en su pecho.
«Entonces debes de haber visto la fecha que figura en el documento». Las palabras de Millie cortaron el aire con precisión gélida.
Esta vez, Babette permaneció en silencio, su rebeldía se desmoronó bajo el peso de la pregunta.
La mirada de Millie se desvió hacia Brandon, que estaba apartando bruscamente las manos de Eugene que intentaban ayudarlo a levantarse, con una expresión tan sombría como una nube de tormenta.
«Decidir no anunciarlo públicamente el mismo día que finalizamos el divorcio ya fue un acto de compasión por mi parte. Por lo tanto, Babette», Millie pronunció cada sílaba con precisión cristalina, «dirige tu indignación hacia el objetivo adecuado. Me niego a servirte de saco de boxeo emocional». La tez de Babette se sonrojó al oír las palabras de Millie.
Palabras hirientes. Abrió los labios para lanzar un contraataque, pero la voz de Millie cortó su intento. «¿Nos entendemos?». El tono de Millie seguía siendo suave como la seda, pero conllevaba el peso de una amenaza tácita.
Mantuvo una apariencia de perfecta compostura, aunque sus ojos se habían transformado en gélidos charcos de advertencia. Esa mirada provocó un escalofrío involuntario que recorrió la espalda de Babette, penetrando directamente en su interior.
Durante un aterrador latido, Babette se convenció absolutamente de que cualquier provocación adicional tendría consecuencias mucho más allá de su imaginación. Lo más extraño era su absoluta certeza de que Millie poseía tanto la capacidad como la determinación para llevarlo a cabo.
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Durante ese fugaz instante de distracción, Millie ya había roto el contacto visual con calculada indiferencia. Echó una última mirada a Brandon, que se estaba limpiando la prueba carmesí del puñetazo de Egbert, y luego giró sobre sus talones y se dirigió hacia la salida con determinación inquebrantable.
Brandon se abalanzó hacia delante, desesperado por perseguir su figura en retirada, pero Egbert se materializó en su camino como una fortaleza inamovible, aún masajeándose los nudillos derechos mientras lucía esa sonrisa irritante.
Más allá de las paredes de la oficina, el ritmo entrecortado de los tacones de Millie se hacía más débil con cada segundo que pasaba, mientras que dentro de la habitación, los dos hombres permanecían enzarzados en su silencioso enfrentamiento. Eugene se quedó paralizado, desconcertado e impotente, mientras que los ojos de Babette ardían en rojo escarlata mientras clavaba en Egbert una mirada venenosa. Finalmente, la desesperación la llevó a salir corriendo de la habitación en un intento inútil por interceptar a Millie. Pero el destino ya había sellado su suerte: nunca la alcanzaría.
Millie ya había desaparecido tras las puertas del ascensor, que se cerraban, y el zumbido mecánico indicaba su rápido descenso hacia la planta baja.
Cuando el ascensor completó su descenso, Millie salió del reluciente vestíbulo del edificio del Grupo Watson, pero en lugar de desaparecer en la bulliciosa calle, se plantó justo fuera de la entrada principal.
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