Multimillonario desalmado: Nunca debió dejarla ir - Capítulo 41
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Capítulo 41:
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Mientras tanto, al otro lado de las puertas del hospital, Millie flotaba en una neblina, con los sentidos embotados y dispersos. Vagamente percibía unas manos enguantadas y unos ojos vigilantes mientras unos médicos desconocidos comprobaban su estado.
La habitación vibraba con el agudo sonido del metal y el zumbido constante de las máquinas. Las voces flotaban a través de la neblina, sus palabras confusas y distantes, fuera de su alcance.
Todo lo que Millie podía captar eran fragmentos: palabras como «embarazada» y «hemorragia» flotaban en susurros dispersos.
Su bebé. Ahora lo recordaba.
Con un esfuerzo que pareció agotar sus últimas reservas, logró susurrar: «Por favor… salven… a mi bebé».
El arrepentimiento se retorció con fuerza en su pecho, repentino y abrumador.
En la comisaría, justo antes de perder el conocimiento, el miedo la había consumido casi por completo.
Durante mucho tiempo, Millie había imaginado que un hijo la mantendría unida a Brandon, algo real que atara su amor en desintegración.
Pero, al final, ambas esperanzas se desvanecieron. Había renunciado a Brandon y, con él, a la idea de ser madre.
A medida que pasaban los días tras descubrir que estaba embarazada, con la vida creciendo silenciosamente dentro de ella, esa certeza comenzó a desmoronarse. La duda y el anhelo la sustituyeron. Ahora, a medida que el peligro se acercaba, la idea de perder al niño la llenaba de una tristeza que apenas podía nombrar.
La idea era insoportable.
Era su hijo, la prolongación de su propia vida.
Ese niño no tenía nada que ver con Brandon.
Era suyo y solo suyo.
Lo único que quería ahora era quedarse con el bebé.
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Brandon pisó con fuerza el acelerador, agarrándose con fuerza al volante.
La tensión se palpaba en el asiento del copiloto, donde Vivian se agarraba al cinturón de seguridad con tanta fuerza que se le ponían blancos los nudillos.
No pronunció ni una palabra; el silencio era su opción más segura después del espectáculo que había montado antes.
Aun así, el mal humor de Brandon se cernía sobre el coche como una nube tormentosa.
Ella se arriesgó a mirarlo de reojo, buscando algún signo de debilidad. Su expresión seguía siendo tan fría como siempre, pero la mandíbula rígida y las manos apretadas delataban la tormenta que se gestaba en su interior.
Millie aún ocupaba un lugar en su corazón, eso era obvio, y Vivian hervía de rabia al darse cuenta.
Bajando la mirada, Vivian se recostó, ocultando sus pensamientos con una muestra de frágil agotamiento.
El Hospital Crobert apareció ante sus ojos mucho antes de lo que esperaba.
En cuanto se detuvieron, Brandon abrió la puerta de un golpe y salió a la noche sin apenas detenerse.
Vivian salió apresuradamente tras él, pero a mitad de camino hacia la acera, se dobló y escupió un chorro de «sangre».
«No te preocupes por mí», dijo, secándose los labios con un toque de debilidad ensayada. «De todos modos, no me queda mucho tiempo en este mundo. Ve, Millie te necesita».
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