Multimillonario desalmado: Nunca debió dejarla ir - Capítulo 372
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Capítulo 372:
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Alexia replicó: «¿Qué hay de malo en ello? Si tú puedes estar aquí, ¿por qué nosotros no?».
Ella y Darden se conocían desde la infancia. No eran íntimos, pero se habían cruzado lo suficiente a lo largo de los años.
Alexia había oído hablar tanto de las salidas nocturnas habituales de Brandon y Darden que les guardaba rencor a ambos. Y Brandon solía mencionar que Alexia y Millie siempre estaban tramando algo juntas.
Así que este encuentro fue como una chispa en la yesca seca. Era como si dos enemigos se reencontraran.
«Venimos aquí a beber y a desahogarnos. ¿Crees que es lo mismo?», gruñó Darden.
—¡Es exactamente lo mismo! —replicó Alexia—. Somos mujeres libres. ¿Qué hay de malo en bailar y disfrutar de un poco de placer para la vista?
«Si quieres venir, vale. Pero no metas a Millie en esto», espetó él, tratando de empujarla para pasar.
«¡No te atrevas!», dijo ella, agarrándole del brazo. «¡Deja a Millie en paz!».
—¡Alexia! —ladró Darden. Los dos estaban ahora discutiendo en el pasillo.
Mientras tanto, Brandon había aparcado en el garaje subterráneo del salón. Se quedó sentado un momento, mirando la calle a través del parabrisas. El día lo había agotado más de lo que esperaba.
Cuando miró su teléfono, ya eran más de las nueve. Solo tres horas más y el día por fin habría terminado.
Salió del coche y se dirigió al interior del club. La música potente lo golpeó al instante. La multitud bailaba sin inhibiciones mientras las luces parpadeaban rítmicamente.
Pasó por delante de la pista de baile hacia las escaleras. Pero justo cuando sus ojos recorrieron la multitud, algo lo detuvo en seco.
Una mujer en medio de la pista de baile. Ella reía, con el pelo rebotando mientras bailaba.
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Brandon se quedó paralizado. ¿Millie?
¿Qué hacía ella aquí? ¿Y en la pista de baile… sonriendo así?
Millie giraba bajo las luces cambiantes, con una sonrisa genuina iluminando su rostro mientras se movía al ritmo de la música. Por una vez, se permitió dejarse llevar.
La mayoría de los días estaba constantemente ocupada. Durante siete implacables años, su mundo había girado en torno a Brandon: gestionar los asuntos del Grupo Watson, hacer malabarismos con las obligaciones de la familia Bennett, viajar de ciudad en ciudad en viajes de negocios o pasar largas tardes en la finca Moonlit asegurándose de que los ancianos estuvieran cómodos. Siempre que encontraba un momento libre, se ocupaba de perfeccionar su hogar con Brandon o de dominar alguna nueva habilidad que pensaba que podría ser útil.
Las salidas nocturnas con sus amigos como esta, que le recordaban su juventud despreocupada, eran ahora una rareza. ¿Y venir a un lugar como el Blue Lounge? Eso era prácticamente inaudito. Esa noche, mientras bebía su copa y reía con sus amigos, se dio cuenta de que realmente lo estaba disfrutando, al menos en pequeñas dosis. La música a todo volumen y la pista de baile abarrotada eran tolerables por una noche, pero no tenía ningún deseo de convertirlo en un hábito.
Mientras Millie se dejaba llevar por el ritmo, sus pensamientos comenzaron a divagar.
De repente, una mano afilada le agarró el brazo, devolviéndola bruscamente al presente. Se tensó y se dio la vuelta, preparándose para lo peor.
Brandon estaba frente a ella, con la mandíbula apretada y la furia grabada en cada rasgo de su rostro.
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