Multimillonario desalmado: Nunca debió dejarla ir - Capítulo 349
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Capítulo 349:
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Su mente repetía una y otra vez que todo había terminado, que saldría adelante, que le esperaban días mejores. Al menos ahora tenía a Ari, y los dos podrían encontrar la felicidad.
Si se mantenía fuerte, conseguía la sentencia de divorcio, ganaba el campeonato en Heavenly Melody y resolvía el contrato con Brandon para recuperar al leal equipo que una vez había trabajado para la familia Bennett… todo saldría bien. Ella arreglaría las cosas.
Incluso después de perder a dos hijos, Ari seguía a su lado.
Pasaron unos instantes antes de que Brandon volviera a hablar. «¿Cómo está tu herida?».
Por fin, Brandon se volvió hacia ella.
Entonces se dio cuenta: Millie aún no había recuperado el peso.
Desde donde estaba sentado, podía distinguir la línea marcada de su clavícula, el hueco en el centro de su pecho y sus delicadas extremidades, que parecían casi demasiado ligeras para el resto de su cuerpo.
«Está curada», dijo Millie.
Brandon asintió en silencio. «Me alegro de oírlo».
Dudó y luego añadió: «Debería haber ido a verte al hospital. No lo hice».
Millie no dijo nada.
«¿Me lo echas en cara?», preguntó él, con la mirada baja, observándola con el rabillo del ojo.
Millie quería mentir. Quería decir: «No, no te lo tengo en cuenta», solo para facilitar las cosas. Solo para pasar el día y marcharse al día siguiente con los papeles del divorcio. Pero cuando pensó en el bebé que había perdido, en la tanzanita que él se había llevado y en todo el amor que ella le había dedicado, las palabras simplemente no le salían.
¿Cómo no iba a culparlo?
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Sus emociones se agitaban en su interior como una tormenta que no podía calmar.
«Millie», la llamó Brandon de nuevo. «Respóndeme».
Tenía los ojos ligeramente enrojecidos cuando le preguntó: «¿Me culpas?».
Millie giró la cabeza y respiró hondo. Tenía los ojos húmedos. Lo miró. Él estaba igual que lo recordaba. En sus ojos, tal vez había habido culpa alguna vez. —Millie… —susurró.
Ella apretó los dedos con fuerza contra la palma de la mano, tratando de mantener la compostura. Luego estabilizó la voz y dijo: «¿Tú qué crees?». Solo cuatro palabras, pero le dolieron profundamente.
Brandon abrió la boca, pero no le salió ningún sonido.
La miró fijamente. Los ojos de ella brillaban con lágrimas.
Desvió lentamente la mirada.
«Deberías culparme a mí», dijo.
Fuera del coche, el viento susurraba entre los árboles.
«Sé que estás enfadada», dijo Brandon en voz baja, con la mirada fija en las ramas que se balanceaban. «Y tienes motivos para estarlo. Te hice daño por culpa de Vivian». Hizo una pausa. «Pero Millie, tenía mis razones».
Ella se quedó callada, mirándolo. Entonces, de repente, soltó una suave risa.
Por supuesto. Él siempre tenía sus razones. Sus dilemas.
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