Multimillonario desalmado: Nunca debió dejarla ir - Capítulo 324
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Capítulo 324:
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Salió del coche y se acercó sin prisa a la familiar propiedad.
El tiempo había dejado su huella, y lo que antes era grandioso ahora parecía desgastado por los bordes.
En el interior, las risas llenaban el aire. Brandon se dio cuenta de que la casa ahora pertenecía a desconocidos.
Todo había cambiado tras la muerte del padre de Millie. La propiedad se había vendido durante la liquidación.
Desde la acera, Brandon observó a la nueva familia de tres miembros y, en su alegría, vislumbró los veranos pasados: la familia de Millie reunida una vez más en su mente.
Los padres daban vueltas por la habitación, y su hija reía entre las teclas del piano.
Un vestido rojo se arremolinaba con la música, y el rostro alegre de la niña parecía grabado en su memoria.
Alguien gritó una advertencia: «¡Más despacio! ¡Podrías caerte!».
«¡Ay!». Un pequeño accidente interrumpió la diversión. La niña, la hija de esta nueva familia, había corrido demasiado rápido, tropezó y cayó al suelo, casi llorando.
Brandon se arrodilló a su lado y sacó un pañuelo para secarle suavemente las mejillas, como si pudiera borrar el dolor ajeno de hacía mucho tiempo.
Para consolarla, le dijo: «No pasa nada», y la levantó con delicadeza del suelo.
Una voz alegre llamó desde la puerta. «¡Gracias, señor Watson!». La madre de la niña se apresuró a acercarse, con evidente gratitud en su rostro.
La gente de por aquí rara vez olvidaba el nombre o la historia de Brandon.
Con un pequeño gesto de asentimiento, él respondió simplemente: «No se preocupe».
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Una vez más, su atención se desvió hacia la niña que tenía a su lado.
Las lágrimas se habían secado, pero ahora lo miraba con una mezcla de cautela y asombro.
Inesperadamente, una suave sonrisa se dibujó en su rostro.
Se puso de pie, decidiendo que era hora de seguir adelante.
Por un instante, una oleada de recuerdos lo invadió, casi creyó que Millie estaba allí. No la Millie endurecida por la pérdida, sino la de antes de la tragedia, antes de aquellas miradas frías.
Exhaló profundamente mientras regresaba a su coche.
Se preguntó si algún destino tenía sentido ahora.
Sin ningún lugar adonde ir, Brandon pisó el acelerador y dejó que la ciudad pasara ante sus ojos. Sus pensamientos dieron vueltas durante lo que le parecieron horas, hasta que finalmente el horizonte se desvaneció y se dio cuenta de que había vagado hasta los confines olvidados de la ciudad.
A un lado, un enorme edificio se alzaba contra la luz que se desvanecía.
La sombría silueta de la penitenciaría de Crobert se recortaba contra el cielo.
Una tranquila certeza se apoderó de Brandon cuando su coche se detuvo. Por fin comprendió a quién tenía que enfrentarse.
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