Multimillonario desalmado: Nunca debió dejarla ir - Capítulo 323
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Capítulo 323:
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Sin apenas probar nada de cada uno, Brandon dejó la cuchara y se rindió. Fuera de la ventana, su mirada se desvió hacia la ciudad, donde el calor temprano de mayo brillaba.
El tiempo pasó mientras permanecía fijo en la vista.
A su alrededor, el silencio era profundo, lo que hacía parecer que alguien más debía ocupar la silla frente a él.
En el cajón guardaba la nota de su abuelo, y le resultaba imposible ordenar sus propias emociones.
Al terminar con las loncheras, Vivian lo llamó: «Brandon», con voz suave mientras se acercaba.
Con una mirada expectante, él se volvió hacia ella, esperando lo que pudiera decir.
Vivian se movió con torpeza y dudó antes de hablar. «Eh, ¿podrías… prestarme algo de dinero?», preguntó, claramente incómoda. «El estudio anda corto de fondos, pero te lo devolveré pronto».
Brandon respondió rápidamente: «¿Cuánto?».
Casi susurrando, Vivian mantuvo la cabeza gacha. «Cinco millones», dijo, con un tono aún más inseguro.
Brandon sacó su teléfono y no dudó.
Un pitido de su teléfono indicó que la transferencia se había realizado.
El rostro de Vivian se iluminó por completo. «¡No sabes lo mucho que esto significa para mí!».
Ningún atisbo de emoción se reflejó en el rostro de Brandon. Su corazón seguía latiendo con normalidad, sin alterarse.
Una vez que Vivian salió por la puerta, se volvió hacia Eugene, su asistente de siempre. «Borra todo lo que tengo programado para esta tarde y esta noche».
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Con un simple movimiento de cabeza, Eugene aceptó la orden.
Poco después, Brandon volvió a hablar. «Quita también mañana de mi agenda». Los ojos de Eugene se abrieron ligeramente. El mensaje tácito era claro. Brandon cerraría el capítulo de su matrimonio a primera hora de mañana. Pasó un momento de silencio e e antes de que Eugene le dirigiera una mirada inquisitiva y respondiera: «Por supuesto».
Brandon no perdió más tiempo. Con las llaves en una mano y la chaqueta en la otra, salió al pasillo.
La voz de Eugene resonó en el pasillo: «¿Le importaría decirme cuál es su destino, señor Watson?».
Un simple movimiento de la mano de Brandon fue su única respuesta.
No hacía falta decir nada más. Eugene sabía que no debía seguirlo. La soledad se convirtió en la compañera de Brandon mientras recorría las calles de la ciudad en su Maybach, sin rumbo fijo.
No tenía ningún plan que lo guiara. En cambio, vagaba sin rumbo fijo, como una nube en busca de un lugar donde posarse.
Por fin, su viaje terminó. El coche se detuvo ante las puertas de una mansión. Aquella había sido la casa donde la familia de Millie había construido su vida.
Los recuerdos de la infancia de Brandon perduraban, mezclándose con los de otra casa.
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