Multimillonario desalmado: Nunca debió dejarla ir - Capítulo 318
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Capítulo 318:
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«Le dije a Brandon que ya no te gustaba y le pedí que dejara de hacerte daño», dijo en voz baja. «También le dije que no volviera a visitarme… que él no es mi padre».
Mirando a Millie con timidez, Ari preguntó: «Millie, ¿estás enfadada conmigo por haber dicho eso?».
Millie sonrió cálidamente y le pellizcó la mejilla. «Por supuesto que no. ¿Por qué iba a estarlo?».
Tomó las pequeñas manos de Ari entre las suyas. «No te preocupes por eso. ¿Quieres que prepare estofado de ternera para cenar? Acabo de encontrar una nueva receta en Internet. Y tú puedes ayudarme a emplatar la comida de forma creativa, dándole forma de animalitos. ¿Te parece bien?».
«¡Sí, por favor!», respondió Ari radiante. Siempre esperaba con ilusión la comida de Millie.
Una vez decidido el plan para la cena, volvieron al coche.
Pronto estaban en la carretera, de camino a casa juntas.
«¿Los seguimos, señor?», preguntó Eugene desde el asiento delantero.
Brandon negó lentamente con la cabeza.
Ni siquiera estaba seguro de por qué había venido. Quizás solo era para volver a ver a Millie, aunque fuera desde lejos. Pero era dolorosamente consciente de que ella no quería verlo.
Ella todavía estaba dolida.
Las palabras de Ari resonaban en el silencio, dejando un dolor sordo en su pecho.
Millie no las había refutado.
Y luego estaba el guiso.
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Hacía mucho tiempo que no se lo preparaba.
En aquel entonces, sin importar lo tarde que llegara a casa, ella siempre lo esperaba con una comida caliente preparada.
Siempre le había dado una sensación de comodidad.
Ahora…
Brandon cerró los ojos.
Le parecía que esos recuerdos pertenecían a otra vida.
«¿Cuánto tiempo falta para que se finalice el divorcio?», preguntó en voz baja.
Eugene no tuvo que pensarlo. —Hoy se cumplen veintiocho días, señor. En dos más, la sentencia será definitiva.
Brandon no dijo nada. Eugene lo miró por el espejo retrovisor y le preguntó con cautela: «¿Está… reconsiderando las cosas?».
Brandon abrió los ojos. Miró fijamente el reflejo de Eugene sin decir nada.
Esa mirada fue suficiente. Eugene rápidamente desvió la vista hacia delante.
«Mis disculpas, señor. No debería haber preguntado».
Brandon dejó pasar el comentario sin reproches y volvió a centrar su atención en el paisaje exterior.
La calle cerca del jardín de infancia estaba llena de movimiento: padres que saludaban a sus hijos con amplias sonrisas y brazos abiertos.
Los observó, sintiendo cómo algo se agitaba silenciosamente en su interior.
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