Multimillonario desalmado: Nunca debió dejarla ir - Capítulo 189
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Capítulo 189:
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Con Brandon marcando la pauta, nadie se atrevió a insistir más, limitándose a unas pocas insinuaciones indirectas y cautelosas.
Millie miró de reojo a Brandon y lo vio servirle más comida, con una expresión serena y tranquila. De repente, se dio cuenta de algo. A pesar del control que Brandon ejercía sobre la familia Watson, bajo la superficie bullían los conflictos: las alianzas cambiaban y las lealtades eran inciertas. Esa noche, mientras su matrimonio aún parecía intacto ante el público, él decidió protegerla, tenía que hacerlo. Había hecho lo mismo antes, tanto cuando Babette sacó a relucir el pasado como ahora, cuando un anciano le preguntó por el niño.
Cuando entraron en el comedor, ambos habían dejado sus abrigos en la puerta. La mirada de Brandon se detuvo en ella, fijándose en las mangas y los pantalones holgados. Incluso con ropa que ocultaba su figura, era imposible disimular su reciente pérdida de peso. Últimamente temblaba con más frecuencia. Brandon la miró y murmuró: «Come un poco más».
La cena pareció pasar en un abrir y cerrar de ojos. Casimir intentó sonsacar información aquí y allá, pero no consiguió nada. El resto de la familia tampoco tuvo más suerte.
Una vibración repentina interrumpió el flujo: Brandon miró su teléfono y vio el nombre de Derek parpadeando en la pantalla. Se levantó y se apartó para atender la llamada, dejando a Millie en la mesa.
Babette aprovechó el momento y se acercó a Millie una vez más. Cogió una copa de vino blanco de una bandeja que pasaba y se la ofreció con un astuto movimiento de cabeza.
«¿Qué, el vino no está a la altura de tus expectativas?», bromeó Babette.
Sin decir nada, Millie aceptó la copa, la llevó a la nariz e inhaló el aroma. El aroma lo confirmó: era un vino añejo de alta calidad. Dejó que un pequeño sorbo permaneciera en su lengua y saboreó el gusto.
Babette la observó y luego dijo: «Prueba otro sorbo. Lo compré en Flesta».
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No fue fácil conseguirlo y, desde luego, no fue barato». Con un brillo en los ojos, añadió: «También es… bastante especial».
Ese comentario hizo que Millie levantara la vista y entrecerrara los ojos con curiosidad. Babette solo sonrió.
«Tranquila. No hay nada más que vino», dijo, soltando una breve risa. «Brandon está cerca, no me atrevería a hacer ninguna tontería».
Fijando la mirada en Millie, Babette murmuró: «Solo tengo curiosidad por saber si puedes distinguir qué es lo que hace que este vino sea tan especial».
Una mirada de desconcierto se dibujó en el rostro de Millie mientras daba otro sorbo con cuidado. A pesar de sus esfuerzos, nada más allá de la evidente excelencia del vino destacaba en su paladar.
«Lo siento, pero no sabría decirlo». Una disculpa silenciosa escapó de sus labios.
Babette soltó una risa ligera, casi traviesa. «Así que realmente no tienes ni idea», bromeó.
Millie se sintió confundida. La actitud de Babette esa noche no tenía sentido, al igual que sus comentarios crípticos.
«Si hay algo que deba saber, dímelo», respondió Millie en voz baja.
Babette solo respondió con un misterioso movimiento de cabeza. En su lugar, volvió a hacer un gesto, invitando a Millie a probar el vino una vez más.
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